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El reconocimiento facial: otro espacio para la pérdida del anonimato

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Cerca de 250 millones de cámaras de videovigilancia se han instalado en todo el mundo, lo más probable es que ya hayas sido visto en algunas de ellas.

Ya sea en las calles, en las tiendas, en nuestros trabajos, constantemente estamos siendo grabados, cosa que aceptamos porque confiamos en que prácticamente no habrá ningún impacto en nuestras vidas.

Con una cámara de alta resolución y el software necesario, cualquiera podrá determinar nuestra identidad, gracias al reconocimiento facial, que pone en riesgo el anonimato.

Esto está ocurriendo porque varias tecnologías están convergiendo: algoritmos de reconocimiento que son ahora mucho más precisos, capacidad de procesar enormes cantidades de datos en los dispositivos y bases de datos disponibles en redes sociales que están vinculadas a nuestros nombres reales. El reconocimiento facial entra a este cúmulo de datos que pone al descubierto nuestra privacidad.

Recientemente, en Rusia surgió una nueva aplicación llamada FindFace que permite a cualquier persona tomar una foto de un transeúnte y descubrir su verdadero nombre, con una fiabilidad del 70%.

FindFace permite a los usuarios subir fotos y comparar las caras con los perfiles de un usuario de la popular red social Vkonttakte, logrando, en cuestión de segundos, detectar su identidad. Según el diario The Guardian, los fundadores afirman que ya tienen 500,000 usuarios y se han procesado más de 3 millones de búsquedas a dos meses de su lanzamiento.

Este sistema ha permitido a las agencias de seguridad del gobierno determinar la identidad de los disidentes, y permite a los comerciantes bombardear con anuncios diseñados a partir de aquello en lo que nos fijamos en las tiendas.

Para tener en consideración la enorme variedad de usos que se puede dar al sistema, se sabe que algunos usuarios ya lo están utilizando para identificar a personas en el metro, mientras que otros la usan para revelar los nombres reales de las actrices porno, en contra de su voluntad.

Pero no son solo los rusos quienes tienen que preocuparse por la pérdida de su anonimato con una tecnología que cada vez mejora el reconocimiento facial, es más barata y con mayor alcance.

Microsoft ha patentado una tecnología que permite, con una cartelera, determinar quién eres y mostrar publicidad personalizada. Las autoridades británicas están usando el reconocimiento facial en los festivales de música para detectar alborotadores, mientras que muchas empresas adoptan esta tecnología para realizar un seguimiento de los clientes fieles. Incluso, algunas escuelas secundarias e iglesias han  comenzado a utilizar el reconocimiento facial para registrar la asistencia.

El reconocimiento facial generalmente se realiza sin autorización de las personas, esto hace que su cara esté vinculada a otras bases de datos para múltiples fines, como premiar la lealtad de los clientes, ser utilizada por la policía, etc.

La identidad y el seguimiento de personas se suma a la inquietud y preocupaciones de los individuos que continuamente estamos siendo observados, sin que tengamos la posibilidad de proteger nuestra intimidad, seguridad y reputación.

Por ahora solo podemos estar conscientes de que estamos dejando nuestra ‘faceprint’ donde quiera que vayamos, lo que significa que nuestros movimientos pueden ser rastreados y almacenados en una escala sin precedentes, con consecuencias imprevisibles.

Actualmente se está haciendo frente a estos serios problemas que tienen implicaciones legales y éticas, con la notificación y consentimiento respecto a la propiedad de los datos. Se podría optar por ampliar los tipos de usos protegidos, tal como se hace en Estados Unidos con los datos de salud, o bien seguir el modelo europeo con la promulgación de leyes más expansivas alrededor de la información e identificación personales.

También se pueden revisar las protecciones la privacidad, permitiendo que  las personas puedan borrar sus datos e imponer límites a los usos que terceros pueden hacer con nuestra información.

Sin embargo, la realidad es que es casi imposible detener el uso de una tecnología que está cada vez más disponible para todos. La pérdida de la identidad tiene un costo. Vamos a tener que decidir si realmente queremos un mundo donde ya no hay más extraños y todo lo que hacemos es público y es analizado de forma indiscriminada.

Con información de MarketWatch