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Estándares en telefonía celular

Desde los inicios de la telefonía celular en EU, la FCC adoptó un estándar analógico, el AMPS, para asegurar la interoperabilidad de los diferentes sistemas celulares

Desde los inicios de la telefonía celular en Estados Unidos, la Federal Communications Commission (FCC) adoptó un estándar analógico, el Advanced Mobile Phone System (AMPS), para asegurar la interoperabilidad de los diferentes sistemas celulares de primera generación.

Sin embargo, cuando las empresas de Personal Communications Service (PCS) empezaron a desplegar sus redes de segunda generación utilizando tecnologías digitales, las cuales permitían mejor calidad de señal y uso más eficiente de espectro que sus rivales analógicos, la FCC no forzó la utilización de un estándar único digital.

De esta forma, mientras que a fines de los 80 Europa requería a los operadores utilizar el estándar de división de tiempo Global System for Mobile (GSM) para llamadas de voz, en Estados Unidos se utilizaban estándares mutuamente incompatibles como GSM, Time División Multiple Access (TDMA) y, en el caso de Nextel, el Integrated Digital Enhanced Network (iDEN).

Por otro lado, en Estados Unidos también se utilizaba otra familia de estándares de acceso digital llamada Code División Multiple Access (CDMA) desarrollada para usos comerciales por Qualcomm y utilizada por Verizon Wireles y Sprint PCS.

CDMA se basa en tecnologías de espectro abierto para dispersar las señales asociadas a una llamada sobre múltiples frecuencias, y mientras que es más eficiente que los estándares de división de tiempo para obtener más ancho de banda del espectro disponible, necesita equipos más sofisticados y caros, problema que resolvió el avance tecnológico.

La existencia de múltiples estándares inalámbricos en Estados Unidos fue vista como una desventaja que contribuía a generar una mayor penetración relativa de los servicios celulares en Europa, ya que aumentaba el riesgo de los fabricantes de equipos, incrementaba el costo unitario de los mismos por la ausencia de economías de escala, y reducía el número de instalaciones de transmisión con las que puede comunicarse el propietario del equipo.

En la transición a los servicios inalámbricos de Tercera Generación (3G), mismos que ofrecen adicionalmente aplicaciones avanzadas de datos, los reguladores europeos buscaron replicar su éxito anterior.

En particular, ellos establecieron que los ganadores de licencias para suministrar servicios de 3G debían utilizar el estándar Universal Mobile Telephone System (UMTS o W-CDMA). Sin embargo, independientemente de las dificultades financieras que enfrentaron los operadores para desplegar sus redes, resultado de los altos precios que alcanzó el espectro en las subasta de 3G en Europa, en esta ocasión, los fabricantes produjeron equipos W-CDMA mutuamente incompatibles, y los servicios basados en el estándar W-CDMA han tenido menor éxito fuera de Europa que los servicios basados en el estándar competidor de Qualcomm´s CDMA2000.

Por su lado, en el despliegue de redes de 3G, la FCC ha continuado permitiendo que el mercado elija el estándar adecuado. Al respecto, si la FCC hubiera seguido las decisiones de los reguladores europeos y adoptado GSM como el estándar universal, hubiera impuesto una fuerte pérdida de eficiencia dinámica al mercado inalámbrico estadounidense.

En particular, se hubiera reducido o eliminado el mercado para productos CDMA, privando a los consumidores de los beneficios de esta tecnología, y se hubiera detenido el desarrollo de tecnologías de espectro abierto, afectando el desarrollo de servicios CDMA de 3G tanto en Estados Unidos como en Europa.

Asimismo, en el largo plazo, los operadores que seleccionaron el estándar CDMA desde el origen se beneficiaron de una utilización más eficiente del espectro, y de una transición más sencilla de sus redes CDMA de 2G a redes de 3G que sus contrapartes basadas en el estándar GSM.

Como podemos ver, la historia de los estándares en telefonía celular ilustra la disyuntiva que enfrentan las agencias reguladoras entre fomentar el crecimiento del mercado de telecomunicaciones a corto plazo o la innovación tecnológica a largo plazo.

Fuente: El Economista, Fernando Butler Silva, México