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La tecnología como propulsor del desarrollo social y la igualdad

Revista Mundo-Contact

   

La tecnología como propulsor del desarrollo social y la igualdad

En México, el desarrollo tecnológico ha estado ajeno al mejoramiento de las condiciones sociales de pobreza y marginación en la que se encuentra un alto porcentaje de la población

2ª. de 2 partes

Por José Luis Mora, Director General de Locatel

Consulta la primera parte de este artículo en el número anterior de la Revista MundoContact

La tecnología en el ámbito del desarrollo social a nivel nacional

Es importante observar la ausencia o limitación del uso de las tecnologías por parte del estado mexicano para impulsar programas de diversa índole que ayuden a reducir la desigualdad social. Uno de los aspectos más sorprendentes es en torno a la educación, donde podría darse una mayor y mejor atención a poblaciones marginadas y sobre todo las que habitan en regiones apartadas de las zonas urbanas.
 
Podrían desplegarse y construirse sistemas de enseñanza basados en redes de comunicación a distancia, para apoyar a la docencia y permitir a los alumnos acercarse a diversos contenidos: informativos, lúdicos, artísticos y específicos de algún tema. Desafortunadamente, aunque el gobierno federal ha impulsado la construcción de una red que intenta ser de cobertura nacional, la realidad es que detrás de la instalación de esa tecnología no se cuenta con la infraestructura operativa capaz de lograr una educación de calidad, la cual permita al alumno cambiar su comportamiento hacia el medio ambiente que lo flagela.

Por ejemplo, se ha llevado a cabo un costoso programa de adquisición de equipos de cómputo para ser asignados a planteles de las escuelas de educación pública: primarias, secundarias y preparatorias. En varias de estas escuelas hemos descubierto que no cuentan con una adecuada instalación eléctrica, lo cual disminuye la disponibilidad de uso de los equipos y pone en peligro su adecuado funcionamiento. En otros casos las computadoras son asignadas sin contenidos específicos y sin que exista un plan integral concordante con la formación de los alumnos en sus diversos niveles. En estos casos, las máquinas quedan bajo la tutoría autónoma de los directivos de las escuelas, sin que su uso obedezca a un proyecto oficial.

Otro caso del uso limitado de las tecnologías lo tenemos en las instituciones de salud. El ejecutivo federal señala en su último informe la tendencia a cubrir con el Seguro Popular a casi la totalidad de la población que no cuenta con algún tipo de seguro médico. Sin embargo, la atención para un buen número de enfermedades en las zonas de alta marginación y retiradas de las zonas urbanas carece de los instrumentos tecnológicos adecuados para brindar los servicios que requieren los pacientes. Los centros donde se cuenta con la tecnología para brindar un servicio eficiente se encuentran en localidades que representan tiempo y costo de desplazamiento, y en ocasiones es necesario esperar meses para obtener una primera atención, lo cual reduce de manera angustiante la oportunidad de atender con la prontitud necesaria a los pacientes. Por lo tanto, no basta registrar a la población a un seguro de salud, lo importante es implementar la infraestructura tecnológica adecuada para optimizar los tiempos de respuesta que requieren los asegurados.

Un caso que se suma al inadecuado uso de las tecnologías lo observamos en el transporte urbano, en donde los municipios y los estados permiten utilizar un medio de transporte anacrónico, riesgoso y atentatorio contra toda norma internacional de respeto a los pasajeros. Los usuarios deben aceptar verse como objetos y no como sujetos con derechos a ser tratados de una mejor manera. Desafortunadamente, las políticas que han venido implementándose en materia de transporte urbano a lo largo de toda la República parecen desconocer dos aspectos:

las normas internacionales actualizadas para instalar medios de transporte dignos en la zonas urbanas y los avances tecnológicos para evitar esta situación y dotar a los usuarios de mejores medios de transporte.

Es importante señalar que en la ciudad de México el 82% de la población activa se desplaza en transporte público y solo el 18% en transporte personal.

Consideremos que, para su desplazamiento, un trabajador en la ciudad de México requiere invertir en promedio de dos a tres horas diarias para ir a su trabajo y regresar a casa. Es evidente que hacerlo en transportes que dañan su salud repercute en su desempeño tanto laboral como en su ambiente familiar, lo cual viene a perjudicar su calidad de vida. Cabe reconocer aquí las directrices encaminadas en la Ciudad de México para mejorar el transporte público.

Podríamos mencionar más ejemplos de la mala o discreta utilización de las tecnologías en provecho de los sectores menos favorecidos económicamente, como pueden ser: el uso y aplicación del transporte aéreo, el desarrollo de vivienda digna, y la producción y distribución de alimentos de mayor calidad, entre otros.

Considerando todo lo anterior, es notorio que el uso de las tecnologías no tiene una cobertura con igual rasero para todos los sectores sociales. En el campo de la educación, las escuelas privadas de nivel básico (primarias y secundarias) de manera general poseen una mejor infraestructura tecnológica que las escuelas públicas de igual nivel. En el área de la salud, los sectores privilegiados económicamente tienen la posibilidad de acceder a servicios que utilizan aparatos y dispositivos de tecnología de punta y reciben por lo general un servicio inmediato, cosa totalmente opuesta en los centros de salud públicos. En los servicios de transporte urbano, los usuarios de automóviles particulares gozan de un mayor confort para realizar sus desplazamientos y sufren de manera menos severa los estragos del tráfico de las ciudades.

En resumen, la aplicación de las tecnologías en México no ha sido vista por la mayoría de los gobiernos federales, estatales y municipales con un enfoque de desarrollo social; posiblemente esto deviene de la falta de visión hacia la aplicación de las tecnologías para ayudar a mejorar los niveles de calidad de vida de los diversos sectores sociales, sobre todo los menos favorecidos.

Tanto en el ámbito de competencia internacional como de aplicación a nivel nacional, las tecnologías, en su gran mayoría, no han sido un factor determinante para impulsar el desarrollo, y tampoco para favorecer la construcción de programas sociales que mejoren las condiciones y niveles de vida de los sectores más desposeídos.

La ausencia de enlaces a  través de convenios y acuerdos entre los centros de investigación universitarios y las empresas ha sido una constante, en donde el estado ha jugado un débil papel de intermediación. El impulso que intenta brindarse al desarrollo científico y tecnológico por medio del CONACYT tiene magros resultados, fundamentalmente por la falta de penetración de los científicos e investigadores (apoyados por esta institución) en los proyectos de inversión de los empresarios mexicanos. El capital mexicano no cree en la preparación y capacidad de los cuadros que son formados en las universidades públicas, a pesar de que la UNAM es reconocida como la mejor universidad de América Latina, calificación que considera el gran potencial que posee en sus centros de investigación.

Es de suma importancia hacer un llamado para lograr una mejor utilización de las tecnologías existentes, y proponer planes y proyectos que permitan reforzar programas sociales a favor de los sectores sociales menos favorecidos.