La configuración y el desarrollo de las ciudades, para constituirse como inteligentes, nunca termina.
El modelaje y la construcción de una ciudad inteligente no puede estar sujeta a un cronograma que la dé por concluida; lo cual no quiere decir que no se requiera de proyectos, planes y programas que le den sentido y continuidad a los esfuerzos.
En la dinámica de desarrollo de la ciudades existen dos variables condicionantes:
- Los ciudadanos, con un amplio y dinámico rango necesidades, preferencias, aspiraciones y requerimientos de toda índole;
- y por otro lado, la revolución tecnológica que cada vez con mayor amplitud, profundidad y velocidad irrumpe, en todos los órdenes y niveles de la vida cotidiana en la ciudades.
Ambas variables, los ciudadanos y la tecnología, no dan lugar a que un proyecto de ciudad inteligente se dé por concluido en un término fijo.
De hecho, para que una ciudad sea considerada inteligente se requiere que cumpla con un nuevo modelo de gestión urbana en materia de transporte y movilidad, sostenibilidad, gobernanza, innovación, trabajo, educación, salud, planificación, etc. Todas estas variables ocurren dentro de una permanente dinámica de cambio y prioridades.
En este contexto, las tecnologías de la información y comunicaciones, con propuestas disruptivas como inteligencia artificial, internet de las cosas, cómputo en la nube, machine learning, robótica etc., son un componente imprescindible en todo proyecto de ciudad inteligente que pretenda constituirse como tal, y progresar en un término de tiempo fijo para que se le pueda concebir como un ‘proyecto terminado’.
Todo lo anterior implica una mentalidad y una actitud permanentemente dispuesta y abierta al cambio de ruta en los parámetros que configuran una ciudad inteligente.
La posibilidad de lograrlo es real y factible. Los casos de Copenhague, Singapur, Estocolmo, Zurich, Boston, Tokio, San Francisco, Amsterdam, Génova y Melbourne, son un ejemplo claro de ciudades inteligentes en marcha.