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Seguridad en la información, negocio que crece

En México y el mundo, los bunkers inteligentes ganan espacio

 
Continuidad, disponibilidad, seguridad y confidencialidad, en el marco de un ambiente de globalización, son quizá los cuatro pilares principales que sustentan a los grandes «bunkers inteligentes» que han comenzado a proliferar en México y en el resto del mundo.

El objetivo de estos lugares es dar a la información el procesamiento, la administración, el transporte y la seguridad que exige la actualidad, ante cualquier amenaza de robo o mal manejo.

De la adquisición de grandes equipos de cómputo, de espacios para ubicarlos y operarlos, así como las aplicaciones y de los importantes ejércitos de personal en sistemas, se ha pasado a un esquema de renta de sólo la capacidad y programas requeridos.

Del temor al robo de información contenida en un floppy y de su cuidado físico se ha pasado el ciberterrorismo o terrorismo electrónico y físico. De los camiones blindados y los cables, se ha pasado al transporte blindado de información.

Y no sólo eso: por la web patrullan policías cibernéticos, con sistemas de monitoreo altamente especializados para salvaguardar la seguridad de los datos. El terrorismo físico o los fenómenos naturales -como el Tsunami en Indonesia de 2004 o los embates de terremotos como el de México, en 1985 o los huracanes como Wilma- demostraron la necesidad de sacar la información de los centros de trabajo.

Estimaciones de la firma Diveo indican que la suspensión en el flujo de información puede tener altos costos para las empresas que realizan grandes volúmenes de transacciones diariamente. La falta de ese flujo puede arrojar pérdidas de hasta 60 millones de dólares en 3.5 horas o de hasta tres mil millones de dólares en ocho días.

El problema no necesariamente puede ser provocado por terrorismo o por un fenómeno natural, sino por un «simple» corte de energía eléctrica.

El ciberterrorismo es otra historia. El problema tiene muchas vertientes, desde el temido phishing hasta la cada vez más rápida propagación de «ciberbichos» que dañan y destruyen sistemas e información.

De las 24 horas que requirió Code Red Worm para propagarse y los tres días que se tardó en liberar el parche respectivo, se ha pasado a los 30 minutos que requirió Nimda Worm y los diez minutos de Slammer Worm.

Los daños provocados antes de descubrirlos y frenarlos, según Alestra, fueron de dos mil 400 millones de dólares en conjunto.

Sin embargo, son 300 nuevas vulnerabilidades cada mes las que registra la industria en promedio.

Todo lo anterior ha justificado inversiones de más de 50 millones de dólares para construir y acondicionar los grandes «bunkers inteligentes», para albergar equipos y aplicaciones en zonas remotas, rentarlos, operar la infraestructura y salvaguardarla.

Telmex, Alestra, Diveo y Kio, entre otros, son los que ofrecen estos servicios mediante el outsourcing.

En estos centros se ofrece también el análisis de vulnerabilidades. Los sistemas de monitoreo permiten detectar posibles infecciones masivas con mucho tiempo de anticipación, antes de que puedan ocurrir.

La clave es el análisis del tráfico en las redes, mediante grandes pantallas que registran variantes. La protección se genera antes de la creación de un parche para neutralizar un «ciberbicho», por ejemplo.

Pero dado que la energía eléctrica es vital, todos estos centros cuentan con grandes generadores propios e incluso lotes de baterías, almacenes de combustible, sistemas de detección y sofocación de incendios.

El «confort» de la información es clave, de ahí que se cuenta con sistemas de aire acondicionado y control de temperatura.

En un centro de datos, desde la entrada se puede observar la seguridad física y tecnológica: hay cerraduras activadas por claves, reconocimiento de voz, huellas digitales. También se detectan metales, gases y explosivos, entre otros.

Fuente: El Financiero