Hace 50 años, la computadora de navegación del Apolo 11 –la nave espacial con la que el hombre llegó por primera vez a la Luna–, solo tenía 16 k de memoria, menos que la capacidad de cualquier calculadora de mano de hoy en día.
Los coches autónomos en la actualidad son, literalmente, supercomputadoras móviles capaces de procesar miles de millones de operaciones por segundo.
Estos vehículos requiere sistemas de maniobra, frenado y aceleración muy complejos y basados en datos que sean capaces de comunicarse a la velocidad de la luz, para sincronizarse entre sí y adaptarse en tiempo real a un entorno de conducción variable.
Además, estos sistemas deben garantizar la experiencia segura y confortable de los pasajeros.
Los vehículos autónomos de hoy también cuentan con miles de sensores que interactúan simultáneamente con otros vehículos, con las señales de tránsito y con las calles para evitar peligros y trazar la ruta más adecuada.
Si pensamos en la computadora de 16 k que ayudó a llevar al hombre a la Luna, realmente es asombroso ver hasta dónde hemos llegado.
El camino apenas inicia
Si bien los vehículos autónomos se están probando en todo el mundo, todavía falta al menos una década para que en verdad sean algo común de ver en las calles.
Una de las principales características de la conducción autónoma es que funciona bien solo si la mayoría de los vehículos tiene la capacidad de circular sin conductor.
Basta con que un solo conductor humano realice una maniobra inesperada, frene de improviso o estacione en una zona de carga para que todo el sistema se desequilibre.
Habrá que acostumbrarse con rapidez —prácticamente de un día para el otro— a medida que los conductores hagan el paso a la conducción autónoma al mismo tiempo.
Para lograr que todo funcione de forma conjunta se requerirá de una gran cantidad de pruebas y medidas confiables, además de mucha paciencia.
Estas son los cuatro elementos clave que deberán considerarse en los autos del futuro:
1. Conectividad
Los vehículos están compuestos de muchas partes que se mueven, y todas tienen que poder funcionar juntas. Algunas están conectadas por cables; otras, de forma inalámbrica, y la latencia es absolutamente crítica.
Reaccionar con un mínimo retraso de menos de un segundo puede significar que el vehículo necesite seis metros extra de distancia de frenado si viaja a una velocidad de 80 km por hora.
Esa puede ser la diferencia entre frenar de forma segura y chocar contra el auto que está adelante.
Los sistemas que conducirán el vehículo del futuro tendrán que pasar muchas pruebas de estrés que garanticen su confiabilidad y rendimiento, y será necesario controlarlos de forma constante para evitar los cuellos de botella.
Mientras que un correo electrónico llegue con demora o una transacción de compra no quede registrada pueden causar malestar o hacer perder dinero, los errores del sistema de un vehículo autónomo pueden costar la vida de las personas.
Por lo general, el desempeño de un sistema no tiene un impacto de vida o muerte, salvo cuando hablamos de vehículos autónomos.
2. Inteligencia
El vehículo del futuro también tiene que ser inteligente. Los sistemas de conducción autónoma tienen que poder diferenciar entre una bicicleta y una motocicleta, o entre una señal de tránsito y un peatón.
También deberán tener en cuenta las interferencias en los sensores que puedan ocurrir a causa de la niebla, la lluvia o el viento, así como cuestiones de la línea de visión.
Los vehículos autónomos también deberán ser capaces de aprender con la práctica gracias al aprendizaje automático, y adaptarse a su entorno y a otros vehículos a lo largo de su ciclo de vida.
3. Alimentación
El vehículo del futuro no dependerá de combustibles fósiles. El desarrollo de tecnologías de baterías seguirá avanzando, a fin de proveer fuentes de energía limpias, renovables y confiables para los vehículos autónomos.
Se espera que en los próximos cinco años, el costo de las baterías de iones de litio esté por debajo de los 100 dólares por kWh.
Además, se desplegará la infraestructura necesaria para las nuevas tecnologías de baterías, como estaciones de carga y de desecho.
Ya se están desarrollando otras tecnologías, como las baterías de litio-aire y las baterías de iones de litio de estado sólido. También en estos casos, será clave hacer las pruebas necesarias para que puedan funcionar de manera segura y eficaz.
4. Ciberseguridad
Quizás lo más importante de todo es que el vehículo del futuro sea seguro.
Desafortunadamente, hasta los sistemas informáticos más sólidos son vulnerables a los ciberataques y, hasta que se demuestre lo contrario, es posible pensar que podría haber personas con malas intenciones que intenten conseguir el control de estos vehículos.
Los operadores tendrán que monitorear constantemente los sistemas autónomos para detectar vulnerabilidades.
En vez de adoptar medidas de defensa —lo que demostró ser prácticamente imposible—, los operadores de vehículos autónomos tendrán que escudriñar el sistema en busca de comportamientos anormales o inesperados.
Por ejemplo, si se detecta que el tráfico del sistema se dirige a un servidor remoto desconocido, no hay dudas de que algo raro está pasando.
En resumen…
Hemos avanzado mucho desde que el hombre viajó a la Luna con ayuda de una computadora de menor capacidad que una calculadora de mano.
El vehículo del futuro tendrá gran complejidad y estará impulsado por datos, y será esencial que la interconectividad entre los diversos sistemas sea sólida y altamente confiable.
Usará fuentes de energía limpias y renovables, y tendrá que ser seguro.
Para garantizar todo eso, los fabricantes y operadores deberán llevar a cabo pruebas y realizar un control constante.
En resumen, los sistemas de los vehículos autónomos tendrán que ser los más seguros y confiables de la historia. El automóvil del futuro depende de ello.
Por Soon-Chai Gooi, de Keysight Technologies