El alcance de la mensajería instantánea está dando un vuelco cada vez más amplio y profundo a la comunicación entre personas y entidades, con una dinámica que impide predecir y mensurar sus efectos y consecuencias.
En todos los entornos y niveles, la mensajería instantánea está incidiendo en la convivencia global y personal, superando fronteras en tiempo real y con una ubicuidad que no encuentra límites.
Los hechos, las acciones y las ideas se comparten en una convivencia e interacción personal o colectiva a la que nadie es ajeno y cuya dinámica nos induce a involucrarnos, a tener conciencia y registro de lo que ocurre en hechos cotidianos o repentinos, importantes o banales, propios o ajenos.
La telefonía móvil, con grado de inteligencia, ha logrado que el 28% de la población mundial utilice plataformas de mensajería instantánea y que, por ejemplo, WhatsApp registre más de 1,000 millones de usuarios que envían 42,000 millones de mensajes, 250 millones de videos y 700 millones de fotografías, e incluso 100 millones de llamadas de voz en un solo día.
La inmediatez, el contacto directo, la acción y reacción en línea, la comunicación individual o en grupo, en regiones y en todo el mundo, siguen configurando la “Aldea Global” que predijo Mc. Luhan. No sin frenos y retrocesos como los que ahora vivimos, que de todas formas no dejan de ser transitorios y parciales ante una dinámica evolutiva que va más allá de poderes, ideologías y regionalismos retardatarios.