Ante la falta de trabajadores y el aumento de personas de la tercera edad en Japón, el país está encargando el cuidado de los ancianos a todo tipo de robots.
De tal forma, es posible toparse con androides que hablan, camas inteligentes o exoesqueletos que ayudan a caminar a los ancianos.
En las casas de reposo, los residentes resuelven crucigramas ayudados por un robot o juegan con mascotas robóticas frente a la televisión, mientras otros se desplazan con un cinturón motorizado acoplado a la cadera que refuerza la movilidad en las piernas y endereza la espalda.
Kimiya Ishikawa, presidente de la residencia especial de ancianos Shin-tomi, un centro privado ubicado en el barrio tokiota de Ginza, explica que tiene en marcha un programa piloto para introducir robots y sistemas de inteligencia artificial (IA) en sus servicios.
‘Los resultados son por ahora positivos. Al principio hubo cierta sorpresa por el uso de robots, pero por ahora no hemos tenido ninguna reacción negativa de nuestros clientes ni de sus familiares’, explica Ishikawa.
Diversos centros de ancianos de todo Japón aplican iniciativas similares desde que el Gobierno central lanzó en 2015 una estrategia para promover la aplicación de robots e IA, a la que se han destinado subsidios por un valor cercano a los 92 millones de dólares.
Según Ishikawa, las principales ventajas de recurrir a las máquinas en el cuidado de ancianos son reducir la carga física y mental para los trabajadores y mejorar la calidad de los servicios para los clientes.
La automatización de tareas antes desarrolladas por cuidadores concede ‘una mayor independencia’ a los ancianos y al mismo tiempo permite a los empleados ‘dedicar más atención personal’.
Además, el directivo asegura que no se ha recortado la plantilla de unos 70 trabajadores desde la llegada de los robots.
Este centro emplea actualmente una veintena de modelos de robots o aparatos con IA entre cuyas funciones están la vigilancia de los ancianos mientras duermen, ayudarles a ir al baño, transportarlos o mantenerlos activos física e intelectualmente con distintos juegos y actividades.
Aunque a simple vista no parece un robot, una de las máquinas más populares entre las usadas en el centro es un camastro capaz de transformarse automáticamente en silla de ruedas, de registrar los patrones de sueño de sus ocupantes y de alertar a los cuidadores si éstos se caen mientras duermen o si se levantan repentinamente.
En la sala de ocio de Shin-tomi, el popular robot Pepper ejerce como ‘maestro de ceremonias’ para diferentes actividades, mientras que otros modelos más pequeños y sencillos, como el también humanoide PALRO, el perro robot Aibo o la foca de peluche Paro desempeñan funciones de compañía o incluso de terapia.
Todo ello ocurre mientras una anciana toca las palmas y baila frente a un ejemplar de Paro, que responde moviéndose al ritmo de estos estímulos. Este modelo desarrollado por la empresa nipona AIST es capaz de reducir el estrés de ancianos con demencia senil, según varios estudios.
El robot de Fujisoft PALRO, por su parte, se ha mostrado eficaz para mejorar la memoria y otras capacidades cognitivas de personas con alzheimer al interactuar con ellos con preguntas y respuestas simples, señala el antes citado responsable del centro.
Entre los obstáculos para la mayor implantación de los robots, Ishikawa destaca la dificultad de formar continuamente a los empleados para su manejo y la necesidad de que las empresas tecnológicas adapten mejor sus diseños a las necesidades de las residencias.
Estos aparatos, además, tienen un costo considerable que va desde los 3,700 dólares en el caso de Paro hasta los 14,000 dólares de Pepper entre precio base y mantenimiento.
Aunque la demanda global de los robots para la salud y el cuidado de ancianos es aún pequeña, Japón, el líder mundial del sector, estima que solo el mercado doméstico crecerá hasta los 3,690 millones de dólares para 2035, 25 veces más que su volumen actual, según datos del Gobierno.
Los robots podrían ser la respuesta al acelerado envejecimiento de un país donde se prevé que para 2060 el 40% de la población sea mayor de 65 años, y en el que hay una grave carencia de mano de obra debido a factores como la baja natalidad y a las restrictivas políticas migratorias.