En Estados Unidos, republicanos y demócratas se han puesto de acuerdo para pedir a Europa que cierre sus fronteras a Huawei en el desarrollo de las redes 5G, o de lo contrario se pondrá en riesgo la alianza de la OTAN.
Una delegación estadounidense, encabezada por la presidenta de la cámara de representantes, Nancy Pelosi aprovechó la Conferencia Anual de Seguridad que se celebró en Munich, donde se reunieron 30 jefes de Estado o de Gobierno y un centenar de ministros de exteriores y de defensa, para marcar el discurso a nivel mundial.
‘Es una cuestión de elegir si queremos que el futuro de la información esté en manos de una dictadura o de una democracia’, indicó Pelosi durante la conferencia de prensa.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, abrió en septiembre una guerra arancelaria contra el fabricante chino, que dos meses más tarde decidió suavizar, aunque la tregua parece haber durado poco. Hace unos días, la Casa Blanca acusó a Huawei de robo de secretos comerciales y extorsión.
Para Estados Unidos la presencia en el desarrollo de la nueva tecnología de compañías chinas supone una serie amenaza económica y también para la seguridad nacional.
China, por su parte, niega que pueda representar alguna crisis para la propiedad intelectual.
‘Si estás en favor de los flujos de información, si queremos construir una conciencia colectiva de valores y de respeto a los derechos humanos, no podemos hacerlo con Huawei’, sentenció Pelosi.
‘Nos estamos enfrentando ahora mismo a una guerra fría tecnológica, y Europa no quiere ser parte de ello’, afirmó durante la conferencia Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group, un reconocido lobby político a nivel internacional
La cuestión es que Estados Unidos no parece querer frenar la escalada de tensión contra las empresas chinas, con o sin contar con el respaldo europeo.
Según adelantó The Wall Street Journal, la administración de Donald Trump estaría considerando asestar un nuevo golpe a la industria china, aunque también tuviera implicaciones sobre la estadounidense.
Su intención, según el WSJ, es cancelar las entregas de motores fabricados por General Electric para un nuevo avión que se está desarrollando en China, a pesar de ‘las fuertes repercusiones que podría tener para el principal fabricante estadounidense’, reconoció el periódico.