Facebook, por conducto de su fundador Mark Zuckerberg, presentó dos novedades ante el argumento de que la mejor opción para regular las noticias sensacionalistas, es presionar a la compañía para que se regule a sí misma.
En primer lugar, su algoritmo va a dejar de premiar el contenido más sensacionalista. Uno de los grandes problemas de la redes sociales es que, cuando se les deja sin control, la gente se engancha desproporcionadamente al contenido más sensacionalista y provocador.
Esto no es un fenómeno nuevo. Está extendido en la televisión y ha sido un rasgo básico de los tabloides. Si se escala, puede socavar la calidad del discurso público y llevar a la polarización.
En el caso de Facebook, ‘puede degradar la calidad de nuestros servicios’, dijo la compañía.
Está por ver cómo la inteligencia artificial detecta y degrada estos contenidos en la página del Facebook de cada usuario, pero la intención aspira a cambiar la red tal y como la conocemos.
La segunda noticia es la creación de un Tribunal Supremo de Facebook que sea quien decida sobre la retirada de contenidos debatibles. La intención de Zuckerberg es publicar los dictámenes de ese nuevo organismo, con la intención de ponerlo en marcha durante 2019.
El caso del Facebook ilustra la madurez de los gigantes tecnológicos. Ya no pueden defender que su gran misión de ‘hacer el mundo más abierto y conectado’, que es intrínsecamente buena.
Pero cuando la red social ha tenido que escoger entre crecer o crecer y ser más transparente, sincero y humilde, ha escogido la primera opción. Ahora Facebook recibe el tratamiento reservado a gobiernos o grandes empresas: suspicacias, sospechas, y peticiones de responsabilidad.