La internet es un espléndido ejemplo de la destrucción creativa de la que hablaba Schumpeter hace un siglo. Las telefónicas tradicionales, que cobran en función del tiempo de la llamada y de la distancia entre los interlocutores, ya saben el nombre de su peor villano: VOIP, Voice Over Internet Protocole. «La adquisición que ha hecho eBay de la compañía Skype es un valioso recordatorio para la industria mundial de las telecomunicaciones, con valor de trillones de dólares, de que eventualmente todas las llamadas telefónicas serán gratis» (The Economist, 17-22 sept. 2005 con la sugestiva portada que dice: How the internet killed the phone business).
La noticia de la semana, en el mundo de la economía, fue la adquisición de Skype por 2,600 millones de dólares en efectivo más acciones y probablemente algo más de lograrse ciertos acuerdos -por parte de eBay. Y, como es usual, el prestigiado semanario británico ofrece con particular agudeza el significado de esa noticia. ¿Cuál es el gran atractivo de Skype? Que es el medio por el que millones de personas en el mundo nos comunicamos «telefónicamente» de computadora a computadora prácticamente sin costo, y de teléfono convencional a computadora o viceversa por un costo irrisorio: 0.02 dólares el minuto. Un servicio al que se suscriben diariamente unas 150,000 personas en el mundo. La ruptura del negocio tradicional de la telefonía está clarísima: No más cobro de tarifas por tiempo y por distancia entre los interlocutores.
Eso es historia o está próximo a serlo. Y Skype es sólo un software (en este caso gratuito) de los varios que ofrecen alternativas prodigiosamente baratas -o gratuitas- a la telefonía convencional. Otras son: Teleo, Dialpad, Vonage. Genéricamente todas estas formas de telefonía alternativa por internet se conocen como VOIP, voz sobre protocolo de internet por sus siglas en inglés. Pero la revolución puede ir más allá y empezar a preocupar en serio no sólo a las telefónicas que funcionan bajo plataformas tradicionales (el semanario británico ofrece varios ejemplos), sino más tarde a las cadenas de televisión abierta. Otras tecnologías, también en la plataforma de la internet, podrán ofrecernos en breve televisión competitiva sin restricciones.
Tres reflexiones al vuelo: Uno. Los grandes saltos de la productividad se reconocen por sus consecuencias: Los beneficios brutales para los consumidores. Dos. Una revolución tecnológica sí genera grandes perdedores en el corto plazo -digamos, las telefónicas tradicionales- que se resisten, por la buena y muchas veces por la mala, a las consecuencias del cambio. El cambio, tras el sobresalto inicial, se normaliza al generalizarse como ya había anticipado Schumpeter. Tres. Cuán ridículas serán en pocos años todas esas restricciones y prevenciones que han erigido distintos gobiernos en el mundo (creando, de paso, fabulosos negocios para unos cuantos beneficiarios) otorgando «concesiones» sobre lo que siempre debió ser soberanamente libre: Las comunicaciones.
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Fuente: El Economista, Ricardo Medina Macías