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La India supera los 900 millones de líneas móviles

Sin embargo, en el país asiático solo el 70% de las líneas están activas

EFE

El muy competitivo mercado indio de las telecomunicaciones crece vertiginosamente en esta potencia emergente, donde las suscripciones a líneas telefónicas móviles acaban de superar los 900 millones.

Datos oficiales difundidos esta semana muestran que en enero se alcanzaron los 903 millones de este tipo de líneas gracias a diez millones de nuevas suscripciones en ese mes, que son el doble de las conexiones inalámbricas totales que existían hace una década.

La cifra, en un país de 1,210 millones de habitantes, puede hacer pensar que el objetivo de una teledensidad plena se acerca.

La realidad es algo distinta: solo el 70% de las líneas son activas y queda mucho potencial, aseguró Mrutyunjay Mishra, portavoz de Juxt, una consultora especializada en el ámbito.

«No se debe confundir suscripciones con suscriptores», subraya.

Su organismo cuestiona los datos oficiales y calcula que aunque en más de la mitad de los hogares (61%) hay al menos un usuario de teléfono móvil, solo un cuarto de los indios son usuarios activos.

Este fenómeno -alega Mishra- encuentra justificación en la disparidad existente entre los entornos urbanos y rurales.

La teledensidad es mucho mayor en las crecientes ciudades del país asiático (168%) que en el campo (38%), donde aún habita la mayoría de la población, y también es muy superior en los estados más prósperos que en los atrasados.

Pese a todo, la industria india de las telecomunicaciones ya da empleo de manera directa o indirecta a diez millones de personas, y está previsto que crezca este año un 26% hasta alcanzar un volumen de unos 75,880 millones de dólares, según datos del sector.

«Conseguir un móvil es muy barato. La gente quiere moverse y estar conectada. Es un sentimiento de identidad», argumenta una fuente de la Autoridad Reguladora de Telecomunicaciones (TRAI).

La sede de la TRAI, un imponente edificio de más de 20 plantas en el corazón capitalino, es un reflejo del poder de una industria que en 2010 alimentó uno los escándalos de corrupción más sonados de este país, relativo a un reparto fraudulento de licencias.

Lejos de allí, en un barrio de clase media, se levanta el establecimiento de Paranjit Singh, una pequeña tienda de recargas de móviles por la que cada día se pasan unas 400 personas.

Entre los visitantes figuran jóvenes que quieren hablar con sus amigos o furtivamente con sus parejas, amas de casa y, sobre todo, trabajadores emigrantes que recargan de media y con frecuencia unas 40 rupias (80 centavos de dólar) para conversar con sus familias.

«El negocio despuntó realmente cuando hace siete años una compañía comenzó a vender móviles a 500 rupias (10 dólares). Antes costaban diez veces más», recuerda Singh.

En la India, donde la renta per cápita anual supera por poco los mil dólares, el precio marca la diferencia.

La quincena de empresas que proveen servicios de telefonía compite duramente por captar clientes con continuas ofertas que fijan incluso en media rupia el coste de la llamada por minuto.

Según un estudio elaborado por Juxt en 2011, el 82% de los 446 millones de aparatos móviles activos en ese momento costaban menos de 3,000 rupias (60 dólares) y el principal segmento de usuarios (40%) era la clase con menos ingresos.

Solo así se entiende que marcas tan implantadas en Occidente como iPhone o BlackBerry no lleguen a un 1% de cuota en un mercado en el que apenas un quinto de los móviles utilizados dispone de cámara.

En este contexto, el Gobierno se ha fijado como objetivo que el teléfono móvil pase de ser «un instrumento de comunicación a uno de poder», un proceso que conllevará un abaratamiento de costos.

«El sector debe desarrollar nuevos modelos económicos, no dependientes de la voz», advirtió el año pasado el ministro indio de Telecomunicaciones, Kapil Sibal, que apostó por una gratuidad del servicio «a largo plazo».

Las compañías ven una oportunidad de oro en un posible trasvase de muchos usuarios hacia los teléfonos llamados ‘smart’, hoy en día caros y utilizados por menos de 100 millones de indios pero que podrían cuadruplicarse en tres años, según algunos pronósticos.

«Si los precios bajan, está claro que (el ‘smartphone’) despegará», dice convencido Mishra, el portavoz de la consultora.

El desafío -agrega- es si ese cambio irá asociado a una «habilidad» para acceder a internet y exprimir el potencial de las nuevas tecnologías en un país con una de las penetraciones de banda ancha más bajas del planeta.