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Las redes sociales exacerban la tensión racial en Sudáfrica

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A finales de año, una vendedora de pisos de la costa este publicó en Facebook una foto de la playa de Durban atestada de bañistas negros acompañada de un mensaje: «monos sin educación» que «no saben más que ensuciar».

En otro texto similar, en la misma red social, un popular instructor de fitness conminaba a los bañistas que habían dejado la playa llena de basura a «volver a donde pertenecen» con «sus 13 hijos» y les calificaba de «animales».

Casi 22 años después de la caída del régimen de segregación racial, estos comentarios siguen siendo habituales en las barbacoas y los encuentros familiares de una población blanca que ingresa seis veces más que la negra, sobre la que pesan siglos de marginación y el fracaso del Gobierno en la educación y la economía.

Las redes sociales sirven de altavoz a conversaciones que de otra forma habrían muerto en el ámbito privado y permiten a las víctimas responder en masa, lo que acarrea consecuencias antes insospechadas para quienes exhiben actitudes racistas.

Tanto la vendedora de pisos como el instructor de fitness han perdido su trabajo y patrocinador después de la furiosa reacción de cientos de miles de sudafricanos en Twitter, y han sido denunciados por varios grupos políticos y ciudadanos.

Entre los indignados por estas muestras de racismo blanco había un trabajador del Gobierno de la región de Gauteng, que pidió que los blancos fueran eliminados como lo fueron los judíos a manos de Hitler. Fue suspendido de empleo y sueldo por la Administración.

Después de la tormenta en Twitter -de la que los casos mencionados son solo el punto de partida o los más mediáticos-, un joven actor negro resultó gravemente herido al ser atropellado intencionadamente por un conductor blanco que se dio a la fuga.

El fin de semana, una mujer blanca profirió insultos racistas a un grupo de negros durante una carrera de caballos en Ciudad del Cabo. Los insultados informaron de lo sucedido en las redes sociales y la mujer fue despedida por la empresa que la acababa de contratar.

Suscitó una respuesta parecida la noticia de que el propietario blanco de una piscina pública de la localidad de Modimolle hiciera salir del agua a un adolescente negro de 15 años «por respeto al resto de la gente».

Para muchos, la polarización del debate público que están facilitando las redes sociales dista de ser algo negativo, ya que expone las percepciones reales sobre las identidades étnicas y permite a quienes sufren los abusos denunciarlos públicamente.

Especialmente a los miembros de la mayoría negra, acostumbrados al desprecio y la discriminación en unos ámbitos profesionales y de ocio aún ampliamente dominados por la minoría blanca.

«Yo misma vivo incidentes de racismo cada día, especialmente en lugares como los restaurantes, donde a menudo se nos dice a mí y a mi familia que no hay sitio, pero luego se recibe sin problemas a una familia blanca», dice a Efe la ingeniera negra de 30 años Unathi Hlalele.

Ella celebra que las redes sociales hayan permitido alzar la voz contra este tipo de injusticias, a menudo sutiles pero no por ello menos dolorosas, y que de otra forma pasarían desapercibidas, pero se pregunta si no es excesivo el castigo que reciben algunos de los mensajes.

«Tengo la sensación de que a veces el castigo va más allá de la ofensa y hace las cosas más grandes de lo que realmente son», explica Hlalele, que cita los casos en los que la gente ha perdido su trabajo por un comentario.

Con Información de EFE