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Las ‘smart cities’ buscan mejorar la vida de sus habitantes

ciudad inteligente

Las ciudades inteligentes que se están desarrollando en tiempo real en todo el mundo no solo servirán para descongestionar el tráfico urbano, como ya lo están haciendo, sino para mejorar la vida del ciudadano y anticipar sus problemas.

En una mesa redonda sobre ciudades inteligentes celebrada ayer en Rabat, en el marco del cuarto Congreso de ciudades y gobiernos locales (CGLU), alcaldes de varios continentes compartieron sus experiencias y sus propuestas para dar una aplicación ciudadana al concepto de ‘ciudad inteligente’.

El director general de IBM Smarter Cities, Michael Dixon, que asesora a varias ciudades en el mundo en sus proyectos tecnológicos, subrayó la velocidad con la que se transforman las urbes actuales con nuevas «infraestructuras invisibles» que proveen «ingentes cantidades de datos».

Dixon recalcó que las distintas agencias municipales deben ser capaces de compartir esos datos en un esfuerzo de interconectividad, y puso como ejemplo cómo un problema de agua (inundaciones) puede incidir en los servicios de salud por las enfermedades que genera, pero también de tráfico o de abastecimiento comercial.

Una de las potencialidades más interesantes de estas grandes bases de datos -recalcó Dixon- son la posibilidad de anticipar problemas futuros, y así la policía puede estudiar sus errores para no repetirlos, los servicios de emergencia pueden desplegarse con más eficacia y los asistentes sociales pueden ayudar en zonas donde se detecta un aumento de desempleo.

Íñigo de la Serna, alcalde de Santander, España, explicó cómo su ayuntamiento tiene una plataforma tecnológica que cuenta con 12,000 sensores fijos y móviles (en autobuses, por ejemplo) que permiten controlar el tráfico en tiempo real, dar información sobre posibilidades de aparcamiento, medir la contaminación ambiental y sonora por barrios y hasta la humedad, para poder ahorrar agua de riego.

De la Serna dijo aspirar a una sola plataforma donde se integren todos los servicios públicos a modo de «gran cerebro», al que puedan acceder los ciudadanos con sus smartphones y alertar sobre averías o accidentes, aunque reconoció que en paralelo habrá que garantizar el acceso universal a todas aquellas franjas de población que no cuentan con la tecnología por edad, formación o falta de recursos.

El coordinador de Relaciones Internacionales de Rio de Janeiro, Laudemar Aguiar, enfatizó por su parte que las estrategias para dotar a las ciudades de estas plataformas inteligentes deben diseñarse con estrategias a muy largo plazo, sin que dependa del cambio de color de un gobierno municipal, y abogó por que estos planes tomen en cuenta a personas con accesibilidad reducida (ancianos, embarazadas o discapacitados).

Si bien todos estuvieron de acuerdo en la importancia de la cooperación entre los gobiernos y las empresas para acelerar esta ‘interconectividad’ y acercarla al ciudadano, la alcaldesa de Almere, Holanda, Annemarie Jorritsma, alertó sobre la necesidad de que las grandes bases de datos preserven la intimidad del ciudadano y no sean accesibles en su totalidad a empresas con fines comerciales (compañías de seguros que estudian comportamientos, por ejemplo).

Jorritsma también tuvo la originalidad de pedir que esas plataformas tecnológicas se preocupen por paliar un problema creciente de las sociedades desarrolladas (y por ende más tecnificadas) como es la soledad en la que viven muchos ciudadanos mayores.

Una de las ideas más repetidas por los participantes en la mesa redonda fue la importancia de que todas estas plataformas tecnológicas se hagan con un sentido lo más abierto posible de cooperación, entre las ciudades y el gobierno central, entre las ciudades y la sociedad civil, y entre las mismas ciudades, que deben estar listas para compartir sus experiencias cuando sean exitosas.

Uno de los participantes bromeó con el responsable de IBM para pedirle que «no nos hagan pagar dos veces» y permitan que las ciudades, al menos las asociadas en el CGLU, puedan compartir gratis algunos programas y experiencias, a lo que Dixon respondió diplomáticamente que es una propuesta «que debería estudiarse».

EFE