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Primer parque inteligente de recreo abre sus puertas en Pekín

El parque de Haidian, en Pekín, reabrió sus puertas de la mano del tecnológico chino Baidu, con innovaciones que lo convierten en el primer parque inteligente de recreo del mundo

Tras diez meses de remodelación y una inversión conjunta entre Baidu y las autoridades de Pekín, de casi 4.3 millones de dólares, el primer parque inteligente de recreo abrió sus puertas a principios de noviembre, y desde entonces más de 60,000 personas lo han visitado.

Al entrar en el parque -muestra de la apuesta de China por la inteligencia artificial- sorprende ver cómo un pequeño autobús, más alto que largo, cruza sin pasajeros en su interior y a muy baja velocidad por delante de una marquesina donde esperan los visitantes.

Este minibús sin conductor es el primero del mundo que alcanza el nivel 4 de conducción autónoma en una escala de 5, en la que el máximo rango sería un sistema completamente capaz de conducir como lo haría un humano.

El ‘Apolong’ -parte del programa de desarrollo de vehículos autónomos de Baidu, llamado Apollo- va a unos 10 kilómetros por hora y necesita todavía algunas órdenes a través de una tablet, aunque es capaz de detectar y esquivar a los peatones que se cruzan en su camino.

«Es muy interesante y no es algo común», cuenta Gao, un joven que fue a echar un vistazo después de ver un reportaje en la televisión.

Las innovaciones también incluyen un circuito con cámaras que sigue a los corredores y controlan sus tiempos, un pabellón inteligente con un guía robótica que muestra el perfil medio de las más de 15,000 personas que lo han visitado desde el día 1 o una plataforma de realidad aumentada para practicar taichí con una cámara que enseña a corregir las posturas.

Una mujer de 62 años llamada Zhu termina una sesión de taichí con una muy buena puntuación y, con una gran sonrisa en la cara, asegura que le «ha gustado mucho» y que vendrá «más a menudo» para volver a practicar este arte marcial, una de sus antiguas aficiones.

En la otra cara de la moneda encontramos a Robert Wang, un joven chino de 14 años que explica que se esperaba algo más.

«Será útil en el futuro pero por ahora es solo entretenimiento. Las tecnologías aún no han avanzado demasiado, es como un juego. Es un paso adelante pero tienen que seguir trabajando», indica.

Los visitantes se encuentran incluso con una pequeña barredora vial autónoma llamada Woxiaobai que, según su operadora, alcanza los 15 kilómetros por hora y trabaja cada día seis horas con la eficiencia de seis limpiadores.

Asimismo, Baidu muestra taquillas de paquetería -populares en las urbanizaciones pequinesas- que se abren con reconocimiento facial.

La tecnológica no quiere organizar solo una exposición de sus avances y, de hecho, anunció recientemente que quiere construir «ciudades inteligentes«.

La responsable del proyecto de Haidian, Ding Ziyang, explicó que «lo ideal es aplicar las tecnologías de inteligencia artificial en más sitios para que verdaderamente beneficie a la gente», aunque reconoce que extenderlas a una ciudad entera es «algo más complicado».

Otra duda es cómo Baidu y las autoridades locales van a usar los datos recopilados, y cómo se utilizarían en el caso de que finalmente la tecnología se extendiese al resto de la ciudad.

«Baidu no va a usar estos datos, son principalmente para que los usuarios los vean», afirma Ding, que reconoce que «los datos también se comparten con el Gobierno, pero todavía no los han pedido».

La representante de la compañía asegura que el sistema de cámaras en el que se basan estas tecnologías puede servir para «detener a delincuentes», aunque matiza que también para que «si se pierde un familiar con alzhéimer, por ejemplo, la familia pueda subir una foto a la base de datos y encontrarlo más fácilmente».

Pregunta acerca de cómo se sentiría si estas cámaras la siguiesen por toda la ciudad, Zhu se muestra confiada: «China es un país muy seguro. En WeChat (el equivalente chino de WhatsApp) también pongo fotos de mis viajes. ¿Por qué debería preocuparme?».

Una vez más, Robert piensa lo contrario: «No me sentiría seguro en absoluto. Creo que la ciudad tiene que votar sobre eso y la gente debería dar su opinión. Creo que hacerlo sería inmoral si perdemos nuestra privacidad sin haberlo consentido».