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Se rezaga Estados Unidos en internet

Hubo una época en la que todos pensaban que los europeos y los japoneses eran mejores para los negocios que los estadounidenses. A principios de los años 90, las librerías de los aeropuertos estaban llenas de libros, con guerreros samurai en sus portadas, que prometían enseñar los secretos del éxito empresarial japonés. En el libro de Lester Thurow, La guerra del siglo XXI. La batalla económica que se avecina entre Japón, Europa y Estados Unidos, publicado en 1992 y que estuvo durante más de seis meses en la lista de los libros más vendidos de The New York Times, el autor pronosticó que Europa ganaría.

Luego todo cambió y el abatimiento estadounidense se transformó en triunfalismo. Esto se debió en parte a que el auge de la época de Clinton contrastó marcadamente con el lento crecimiento de Europa y la depresión que durante una década sufrió Japón. Pero, por encima de todo, nuestra nueva confianza reflejó el auge de internet. Jacques Chirac se quejó de que internet era una “red anglosajona”, y tenía razón: Francia, como la mayor parte de Europa excepto Escandinavia, quedó muy rezagada respecto de Estados Unidos en internet.

Lo que probablemente la mayoría de los estadounidenses ignora es que en los últimos años la situación se ha revertido totalmente. A medida que internet ha evolucionado —en particular, al tiempo que las conexiones vía telefónica han dado paso a las de banda ancha que utilizan DLS, cable u otros enlaces de alta velocidad— es Estados Unidos el que ha quedado rezagado.

Las cifras son alarmantes. Apenas en 2001, el porcentaje de la población que tenía acceso a internet de alta velocidad en Japón y Alemania era apenas la mitad que el de Estados Unidos. En Francia, era menos de una cuarta parte. No obstante, para finales de 2006 los tres países tenían más suscriptores de banda ancha por cada 100 personas que nosotros.

Pero lo que es aún más asombroso es el hecho de que nuestras conexiones de “alta velocidad” son terriblemente lentas respecto de los estándares de otros países. Según la Fundación para la Tecnología de la Información y la Innovación, las conexiones de banda ancha francesas son en promedio tres veces más rápidas que las nuestras. Por su parte, las conexiones japonesas son doce veces más rápidas. Ah… y el acceso es mucho más barato en ambos países en relación con el de aquí.

Como resultado, estamos rezagados también en el campo de las aplicaciones de internet que dependen de la alta velocidad. Francia ocupa el primer lugar mundial en el número de suscriptores de tv por internet; Estados Unidos ni siquiera figura en los 10 primeros.

¿Qué pasó con el liderazgo de Estados Unidos en internet? Malas políticas públicas. Específicamente, Estados Unidos cometió el mismo error en materia de políticas de internet que el cometido por California en política energética: olvidó —o intereses creados lo persuadieron a olvidar— la realidad de que a veces no es posible tener una competencia de mercado efectiva sin una regulación efectiva.

Verá: el mundo puede parecer plano una vez que está en el ciberespacio, pero para llegar ahí necesita pasar por un angosto callejón hacia su línea telefónica o el decodificador de su tv de cable. Y si las compañías que controlan este callejón se pueden comportar como los oligarcas de antaño, imponiendo la tarifa que se les antoja a aquellos que transitan por ahí, la economía lo sufre.

Internet prosperó en Estados Unidos en la era de la conexión telefónica debido a que los reguladores federales impidieron que lo anterior sucediera: obligaron a las compañías telefónicas locales a actuar como portadoras de señal, permitiendo a proveedores de servicios rivales utilizar sus líneas. Funcionarios de la administración Clinton, incluyendo Al Gore y Reed Hundt, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés), trataron de garantizar que esta competencia abierta continuaría, pero los gigantes de las telecomunicaciones sabotearon sus esfuerzos y la página editorial de The Wall Street Journal los ridiculizó calificándolos de gente con mentalidad de burócratas franceses.

Y cuando la administración Bush colocó a Michael Powell a cargo de la FCC, los oligarcas digitales quedaron en libertad de hacer prácticamente lo que quisieran. Como resultado, existe muy poca competencia en los servicios de banda ancha de Estados Unidos: si tiene suerte, puede elegir entre los servicios que ofrecen el monopolio de tv de cable local, por un lado, y el monopolio de telefonía local. por el otro. El precio es alto y el servicio pobre, pero no hay otras opciones.

Mientras tanto, como lo explica un artículo reciente de Business Week: los verdaderos burócratas franceses utilizaron una regulación juiciosa para promover la competencia. Como resultado, los consumidores franceses pueden elegir entre una gran variedad de proveedores de servicios que ofrecen acceso a precios razonables, más rápido que cualquiera que yo pueda obtener y que incluye llamadas de voz, televisión y Wi-Fi gratuitos.

Es demasiado prematuro decir cuánto daño ocasionará a la economía estadounidense en general el rezago en banda ancha. No obstante, es interesante darse cuenta de que el cuidado médico no es la única área en la que los franceses —que pueden adoptar un enfoque pragmático debido a que no son prisioneros de la ideología del libre mercado— simplemente hacen mejor las cosas.

Fuente: El Universal, México