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Todos los servicios en un teléfono: el reto regulatorio

Aunque usted no lo crea, su teléfono celular aún le guarda sorpresas en la función más básica para la que fue concebido. Se seguirán lanzando teléfonos con mayores anchos de banda para acceder a Internet o con más capacidad para almacenar música y videos, pero usted también encontrará novedades en la forma como podrá hacer y recibir llamadas telefónicas..

En particular, ¿qué le parece tener el mismo número para su línea celular y su línea fija?, mejor aún, ¿qué tal integrar la funcionalidad de ambas líneas en un solo teléfono?, es decir, usar el mismo aparato para poder hacer llamadas en la calle usando la red celular y hacer llamadas en casa aprovechando los menores precios de la línea telefónica fija. Ésa es la promesa inicial de la tendencia a la convergencia de servicios de telecomunicaciones fijos y móviles.

Como en todas las modalidades en que el fenómeno de la convergencia se manifiesta, la convergencia fijo-móvil permite a los operadores integrar múltiples servicios en una sola oferta creando incentivos para entrar a nuevos mercados.

Si hace algunos años a un operador de telefonía fija le hubiera parecido aventurado añadir telefonía celular a su portafolios de servicios, hoy esto podría resultar más atractivo al integrar los servicios fijos y móviles en un nuevo producto combinado (empaquetamiento) o hacer muy atractiva la contratación de ambos servicios separados (venta atada). Tal combinación puede resultar en incrementos de ingresos y de lealtad del suscriptor que generan mayor rentabilidad y más certidumbre a la nueva inversión.

Hay que destacar, sin embargo, que dada la estructura del mercado de telecomunicaciones de nuestro país, existen diferencias en los impactos sociales que una estrategia de convergencia fijo-móvil pueda tener en función de qué operador la lleve a cabo.

Si la convergencia fijo-móvil permite a un operador competitivo (cualquiera no surgido del antiguo monopolio estatal) ofrecer más servicios, se genera un resultado socialmente deseable en la forma de una mayor competencia y menores precios.

Pero si la iniciativa la toma el operador dominante (Telmex/Telcel), el escenario es radicalmente distinto. Una empresa dominante puede usar estrategias de empaquetamiento y ventas atadas para: a) defender su posición en un mercado al bloquear la entrada de nuevos competidores (el caso de Microsoft usando su dominio en Windows para bloquear la entrada de Nestscape en el mercado de navegadores web), b) usar su posición dominante en un mercado para buscar dominar un mercado adicional (de nuevo el caso de Microsoft usando su dominio en Windows para dominar el mercado de aplicaciones con la suite Office).

En políticas públicas es difícil hablar de absolutos y de la misma manera como múltiples estudios sustentan mis afirmaciones, pueden encontrarse otros tantos igualmente serios que minimicen el riesgo que planteo. Cabe puntualizar, sin embargo, que hay pocos ejemplos en la literatura académica que partan de condiciones similares a las del caso mexicano: es poco común encontrar una empresa (o grupo de empresas) que tenga tal poder de dominancia simultánea en dos mercados de productos complementarios (telefonía fija y móvil).

Cuando un par de empresas ha sido capaz de mantener una posición dominante en los mercados en que opera después de más de diez años de competencia, es difícil pensar que la integración de la oferta de ambas resulte en un ambiente más competitivo y benéfico para el consumidor.

El avance tecnológico seguirá ofreciendo nuevas posibilidades que continuarán maravillándonos, si bien la autoridad deberá ser la menos sorprendida ante tales desarrollos, una vez que los principios económicos que sustentan una sana regulación pro competencia, de manera general, seguirán siendo esencialmente los mismos.

Fuente: Carlos Silva Ponce de León, El Financiero, México