La magnitud del cambio tecnológico en todas las esferas de nuestra vida ha sido abismal en los últimos años. A las telecomunicaciones, la robótica, el Internet de las cosas, el 5G, se agregan aún más cambios.
En el ámbito laboral, una de las grandes incógnitas que surge es si la tecnología puede llegar a destruir puestos de trabajo, pero también puede mejorar nuestra calidad de vida en el empleo.
El cambio ha sido de tal magnitud que en 1930 un trabajador dedicaba una media de 55.9 años al trabajo al lo largo de su vida, mientras que en 2012 destinaba 40.9 años, es decir, 15 años menos. En 1930 las personas dedicaban el 20.1% de su vida al trabajo, mientras que en el siglo XXI dedicamos tan solo el 9.6%.
La tecnología ha permitido poco a poco reducir las jornadas y compatibilizar mejor nuestra vida personal y laboral, gracias a la aumento de eficiencia que nos permiten la tecnología. Además, entre 1930 y 2012, el tiempo al dedicado al trabajo se ha reducido un 12%, si bien a lo largo del ciclo vital, éste ha disminuido un 37% durante el periodo señalado.
A nivel global, un informe de Adecco concluye que la jornada laboral de una persona en 1970 se puede completar hoy en una hora y media.
Otras mejoras que propicia la tecnología, es la reducción de la peligrosidad en el trabajo. La automatización de tareas peligrosas como la detección y desactivación de explosivos y un mejor manejo de cargas pesadas gracias a las nuevas tecnologías, convierten el espacio laboral en un lugar más seguro.
Aunque la tecnología no está exenta de cometer errores, estos avances podrían liberar significativamente la presión de los empleados y reducir la probabilidad de accidentes.
En palabras de Alain Dehaze, CEO del grupo Adecco, a este ritmo de progreso tecnológico, un trabajador pierde cada tres años el 40% de sus habilidades. En caso de no reciclarse y formarse continuamente, en una década está completamente obsoleto.
Según el grupo especializado el empleo, la clave está en saber generar relaciones fructíferas entre seres humanos y máquinas a través de actividades híbridas.
Las máquinas y robots son mejores para tratar datos de análisis, pero los humanos les llevan ventaja en términos de soft skills, también conocidas como habilidades blandas.
En este sentido, un informe de Accenture Strategy asegura que duplicar la inversión en habilidades blandas reducirá el porcentaje de trabajos en riesgo por la automatización del 10% al 4%. Porque, pese a que la inteligencia artificial va ganando terreno, las capacidades verdaderamente humanas seguirán siendo muy relevantes.