El bloqueo de la red social Twitter en Turquía, efectivo desde la medianoche pasada, sólo parece haber tenido un efecto: disparar el uso de este servicio de micromensajes y cimentar la imagen autoritaria del primer ministro, el islamista Recep Tayyip Erdogan.
El bloqueo entró en vigor momentos antes de la medianoche del jueves, solo horas después de que el propio Erdogan prometiera «arrancar Twitter de raíz» durante un mitin en la ciudad de Bursa, donde arengó a sus simpatizantes ante las elecciones municipales del 30 de marzo.
Paradójicamente, frases de ese mismo discurso fueron transmitidas en directo desde la cuenta personal del primer ministro, que es el tercer jefe de gobierno más popular del mundo en la red de micromensajes, con 4.17 millones de seguidores.
La incoherencia no acabó allí: hoy, el viceprimer ministro Bülent Arinç envió un tuit anunciando su agenda, tal vez sin saber que ya había bloqueo, y el alcalde de Ankara, Melih Gökçek, un ferviente defensor de la línea dura de Erdogan, canceló una reunión mediante otro mensaje en Twitter.
Gökçek señaló que podía usar el servicio «por tener los DNS cambiados», un truco muy habitual en Turquía para evitar los numerosos bloqueos de páginas web incómodas para el Gobierno.
Pero el alcalde mostró su respaldo a la medida «para dar una lección a los que insultan y usan cuentas falsas»… en otro tuit.
Más coherente fue el presidente de Turquía, el también islamista Abdullah Gül, quién también usó Twitter, pero a conciencia: se pronunció «en contra del bloqueo de las redes sociales» en una serie de mensajes enviados hoy.
«Además, bloquear redes sociales que se usan en todo el mundo, como Twitter, es técnicamente imposible, como ya se ha visto», recordó el presidente turco.
Horas más tarde, Arinç salió a la palestra para señalar que el bloqueo no había sido decidido por el gobierno, sino por la Dirección de Telecomunicaciones (TIB), un órgano administrativo, aunque criticó «el uso irresponsable» de las redes.
«Según nos informó la TIB, cerraron Twitter porque había una decisión judicial de hacerlo, fundamentada en quejas de usuarios», añadió Arinç, en declaraciones recogidas por la cadena NTV.
De hecho, la web de la TIB enumera tres decisiones judiciales del mes de marzo y una petición de la Fiscalía para explicar el cierre, pero el fiscal jefe de Estambul, Hadi Salihoglu, señaló al diario «Radikal» que no existía tal petición y que el cierre era una decisión puramente administrativa.
Este diario asegura, además, que las sentencias citadas se refieren al bloqueo de determinadas cuentas de usuarios, nunca al del servicio completo de Twitter.
La Unión de Colegios de Abogados de Turquía, por su parte, anunció que ha interpuesto una denuncia contra el bloqueo, por considerarlo «contrario a derecho».
Mientras continúa la polémica, el uso de Twitter en Turquía apenas se ralentizó y según algunos diarios incluso superó el tráfico y la intensidad de un día normal.
Abundaban las caricaturas que mostraban a Erdogan luchando contra pajaritos azules (el logotipo de Twitter) bien en guisa de cazador disparando contra las avecillas, bien llevándolas enjauladas, bien cubierto de excrementos de éstas.
Gran parte de los mensajes protestaban mediante el hashtag #TwitterblockedinTurkey, que desde la medianoche se convirtió en trending topic en grandes partes del mundo.
Muchos usuarios difundieron consejos para evitar el bloqueo, bien cambiando los parámetros DNS del ordenador, bien usando mensajería del móvil, bien acudiendo a servicios de proxys, aunque otros proclamaron que mejor que cambiar los DNS era «cambiar el gobierno».
La polémica llega cuando sólo faltan nueve días para las elecciones municipales que se han convertido en todo un referéndum a favor o en contra de Erdogan y su partido, el islamista Justicia y Desarrollo (AKP).
Pero tras ver que una convocatoria para una protesta callejera era difundida por cuentas cercanas al AKP, muchos tuiteros pedían no hacer caso porque, sospechaban, un enfrentamiento con la policía en la calle solo fomentaría la polarización de la sociedad, que es precisamente la estrategia de Erdogan de cara a las elecciones.
El bloqueo ha suscitado críticas airadas también fuera de Turquía, desde Washington a Bruselas, aunque la más tajante fue la de Neelie Kroes, comisaria europea para Asuntos Digitales, quien calificó el bloqueo de «sin fundamento, sin sentido y cobarde».
«El pueblo turco y la comunidad internacional lo considerarán censura. Y lo es», tuiteó la eurocomisaria.
EFE