En un ambiente electrónico, los desastres no necesitan mucho tiempo para fraguarse. Un inquietante ejemplo: en todo el mundo, cada 22 segundos –según investigaciones–, se roba o extravía un registro digital, y en el 53% de los casos, la acción se relaciona con el robo de identidad.
Una vez hurtados, los datos personales se usan en distintas actividades ilegales. Las transacciones financieras, como los pagos y transferencias que no realiza el titular de una cuenta bancaria, son un objetivo habitual. Sin embargo, con una vida cada vez más digitalizada, el robo de identidad aumenta en sectores como:
- Retail: compras no reconocidas, pedidos fraudulentos y traslados de mercancía ilícitos.
- Salud: para defraudar a compañías aseguradoras, obtener acceso a medicamentos controlados y estafar a hospitales y especialistas médicos.
- Hacienda pública (gobierno): para suplantar a contribuyentes, presentar declaraciones falsas y desviar devoluciones de impuestos.
Para las organizaciones, el robo de identidad es un problema que no es fácil de combatir. En la actualidad, reconocer la filiación de los datos de un consumidor requiere de una visión de muy largo alcance, ya que los clientes, en su interacción con las marcas, recorren un camino que abarca establecimientos tradicionales, sitios de comercio electrónico, redes sociales, páginas web especializadas, Call Centers y comercio móvil (transacciones desde un teléfono inteligente o tablet).
¿Cómo podemos estar seguros de que el consumidor es quien dice ser en todos los canales de venta?
Cuando son víctimas de estafadores, las empresas, además de dañar la reputación de sus marcas, se exponen a importantes pérdidas financieras.
Estimaciones del Ponemon Institute (entidad que investiga temas de privacidad, protección de datos y seguridad de la información) señalan que cada registro robado o perdido, lo que incluye el hurto de identidad digital, tiene un costo aproximado de 158 dólares. Para dimensionar el asunto, sólo hay que imaginar a un hospital que sufre el hurto de 1,000 o 3,000 expedientes médicos, o una oficina de gestión tributaria que hace devoluciones a cientos o miles de contribuyentes fraudulentos.
El robo de identidad, especialmente en nuestros mercados digitales, debe enfrentarse con innovación analítica. Con ella, las organizaciones pueden crear perfiles de clientes con gran detalle, fáciles de gestionar y con seguridad garantizada, detectar de inmediato hábitos o comportamientos irregulares en todos los canales de interacción, reconocer proactivamente transacciones fraudulentas y facilitar el cumplimiento de regulaciones para la protección de datos, entre otras capacidades.
Hacia el futuro, el robo de identidad se proyecta como uno de los crímenes digitales más recurrentes. Por ello, las organizaciones no deben escatimar en proteger sus datos de las intrusiones provenientes del exterior, así como de las amenazas internas para preservar la información de sus clientes y de su negocio.