No es suficiente con que los dispositivos móviles estén conectados a la red, la nube o a otros equipos igualmente superdotados. El reto consiste en que las máquinas sean capaces de procesar cientos de miles de datos como lo haría el cerebro humano.
En este sentido, la brecha salta la vista. Según un reciente estudio de Gartner, el 80% de los móviles dispondrá de capacidades cognitivas en 2022, frente al 10% que se registró el año pasado.
Los procesadores son el arma para combatir en este nuevo campo de batalla. Los chips de siete nanómetros se han quedado desfasados tras el acelerón de Apple, con su A12, fabricado por TSMC, al que ahora se suma Huawei con su Kirin 980, orgullo del nuevo Mate 20 presentado recientemente.
Mientras que la mayor parte de la industria se defiende con sus cerebros de 10,12 y 14 nanómetros, los fabricantes y proveedores con más pulmón financiero e innovador, rebajan el tamaño de sus componentes al tiempo que multiplican su capacidad.
Tras Apple y Huawei, se sumarán a la carrera Qualcomm, Intel y AMD, pues no les queda otra. Las ventajas son abrumadoras en cuanto a capacidad del proceso y especialmente eficiencia energética. Con este tipo de mejoras los móviles podrán prolongar su batería hasta otros niveles, gracias a la optimización de los procesos y cargas de trabajo.
Los dispositivos dotados con estas capacidades, también recargarán sus pilas en menos tiempo que sus competidores tradicionales y permitirán un manejo más fluido y ágil en todas sus tareas. Salvando las distancias, podría compararse su uso como conducir un auto deportivo o un utilitario.