Otto, una empresa de Palo Alto (California), con 40 empleados, trabaja con el objetivo de que en unos años circulen por carretera camiones con piloto automático, capaz de guiarse con un conjunto de sensores y conexiones sin prácticamente intervención humana alguna.
Otto, al igual que competidores en el mismo nicho como Daimler o Peloton Technologies, quieren que el tráfico de camiones sea más eficiente, al consumir menos combustible, y seguro, al reducir el número de accidentes.
«En un camión de Otto el conductor tiene un rol supervisor, lo que le permite conducir más millas, a la par que trabaja en condiciones más seguras y productivas», señala la empresa, integrada por exingenieros de Google y Apple.
Con el mecenazgo de Jeff Bezos (Amazon) y otros grandes inversores tecnológicos también ha nacido Convoy, que se posiciona como el Uber de los transportistas y que intenta eliminar los intermediarios en el complejo y tradicional sistema de transporte de mercancíastr
Estos son solo dos ejemplos de lo que está por llegar y que puede traducirse en una revolución en uno de los sectores más importantes de la economía estadounidense, especialmente en los márgenes de la clase media, cada vez más resentida con el sistema.
Camionero, un trabajo que realizan 3.5 millones de estadounidenses, es la primera profesión en 29 de los 50 estados del país y de ella dependen indirectamente otros sectores como el de seguros, estaciones de servicio y mecánica.
La semana pasada Christopher Hart, presidente del Consejo de Seguridad en el Transporte (regulador federal conocido por las siglas NTSB), aseguró que una pronta adopción de camiones y autobuses con piloto automático es «una realidad muy posible» y recordó que la colaboración entre autoridades, empresas tradicionales del sector y los nuevos actores tecnológicos es clave.
En su opinión, la transición a la nueva tecnología de vehículos autómatas se inspirará en otros modos de transporte, especialmente la aviación, y pese advertir que «las cosas son más complejas de lo que parece» consideró -sin establecer horizontes- que inevitablemente en el futuro no hará falta un humano detrás del volante.
Andy Stern, asesor del presidente Barack Obama para el futuro del estado del bienestar y autor de «Raising the Floor», habla de la revolución de la nueva robótica como algo incluso más consecuente que la globalización.
«La externalización de trabajos a otros países afectó a zonas geográficas muy demarcadas por una especialización industrial como el acero o el carbón, pero en el caso de la automatización en transporte, medicina, contabilidad o finanzas el impacto será global», explica Stern, ex presidente del sindicato SEIU.
«Hoy para las grandes empresas el costo laboral es equivalente al costo en materias primas y casi todas las nuevas invenciones tienen la capacidad, sino el fin, de reducir la necesidad de trabajadores», añade.
El gigante minero Rio Tinto prueba desde 2015 el uso de camiones autómatas, dirigidos por empleados en un centro de control a más de 1,000 kilómetros de distancia, en algunas de sus explotaciones con gran éxito.
El ex consejero delegado Andrew Harding de la firma explicaba así el impacto: «esta flota autómata mejora el rendimiento de la flota con conductores en un 12%, principalmente al eliminar frenadas, ausentismo y cambios de turno».
En opinión de Stern, que este miércoles participó en una reunión en la Casa Blanca para analizar las oportunidades y riesgos de la robotización de trabajos hasta ahora excluidos, los Gobiernos «tradicionalmente olvidados de la planificación a largo plazo» empiezan a ver la necesidad de implementar medidas para evitar que se dispare la desigualdad y la inestabilidad política con la llegada de la Inteligencia Artificial.
Stern argumenta que la imposición de la renta básica universal (envío de un cheque mensual a todos los ciudadanos) es una medida fundamental para evitar el impacto y la «ansiedad» que provoca esta revolución en marcha, que, además, permitiría a las nuevas generaciones experimentar y desarrollarse en un sistema en el que muchos trabajos serán responsabilidad exclusiva de robots.
EFE