China puso en marcha un sistema de inteligencia artificial para mantener un control absoluto de las cocinas en los restaurantes del país,el cual permite detectar desde faltas de higiene en los trabajadores hasta la presencia de ratas.
Desde el pasado mes de enero, unas 1,700 cámaras han sido instaladas en 800 restaurantes de la ciudad de Shanghái gracias a un plan que pretende garantizar la seguridad alimentaria, un asunto que preocupa considerablemente a los chinos, según el director de la Oficina de Supervisión y Gestión del Mercado de este distrito, Wu Jun.
El directivo explicó que estas ‘cajas inteligentes’ pueden medir la temperatura, la humedad y detectar las malas prácticas de los cocineros.
‘Los ciudadanos están realmente enfocados en la seguridad alimentaria y es demasiado cubrir con personas todas las necesidades de vigilancia en restaurantes, así que para el Gobierno de Shanghái y de China en general, tenemos que utilizar la tecnología’, añadió.
Las cámaras también detectan la presencia de personas ajenas a la cocina, gracias a la tecnología de reconocimiento facial, hasta la presencia de ratas. En un futuro se espera que esta tecnología pueda detectar animales más pequeños, como cucarachas u otros insectos.
Con unos 2.5 millones de habitantes, el distrito de Minhang, en Shanghái, cuenta con unos 1,800 restaurantes de tamaño mediano y grande y el plan es que esta tecnología llegue a todos ellos..
Cuando una cámara detecta una irregularidad, las imágenes se envían a los gerentes de los restaurantes y también a la Oficina de Supervisión y Gestión del Mercado. Desde una pantalla gigante pueden seguirse las alertas de todo el distrito, que son analizadas por los funcionarios.
‘Los restaurantes tienen que asumir sus responsabilidades y solucionar los problemas. Si no lo hacen, intervendremos y realizaremos las suspensiones’, explica el funcionario, quien cree que gracias a esta tecnología las actuaciones son mucho más precisas.
En los dos meses que el sistema lleva a prueba se han detectado numerosas irregularidades. Las más comunes, cocineros sin gorros o mascarillas, así como fallas en la temperatura y la humedad y ratas en una decena de cocinas.
Proyectos como este son una muestra más de que China es líder en la tecnología de la inteligencia artificial y de que ésta es cada vez más utilizada por los gobiernos para garantizar la seguridad y el control de sus ciudadanos.
Millones de aparatos equipados con la última tecnología de reconocimiento facial controlan la seguridad en las calles, colocados sobre fachadas, semáforos o faroles, y en los establecimientos, para diversas acciones como el control del tráfico o la prevención de la delincuencia.
En los últimos años se han instalado en el país unos 170 millones de cámaras de videovigilancia y, según proyecciones gubernamentales, se instalarán unos 400 millones más en los tres próximos, hasta 2021, un sistema criticado por las ONG, que lo ven como un intento sofisticado de controlar a la población.
Sin embargo, en opinión de Wu, el sistema implementado en los restaurantes de Minhang garantiza la privacidad de los trabajadores: los datos obtenidos ‘estarán almacenados en nuestro servidor del Gobierno, no los damos a nadie, y solo se utilizan en el caso de que haya que realizar una suspensión’.
Además, agregó, no es algo que se haga a escondidas, sino que ‘los gerentes y el personal de los restaurantes saben claramente que van a ser grabados y dónde se ponen las cámaras’.
Wu no quiso facilitar el nombre de la empresa que provee a su oficina de esta tecnología de inteligencia artificial, un campo en el que la china SenseTime se ha convertido en líder absoluto y, desde abril, pasado en la empresa de IA más valiosa del mundo.
Hoy en día trabaja con numerosas autoridades locales, es una de las empresas líderes en temas como el reconocimiento facial y de imágenes, y está desarrollando un servicio llamado ‘Viper’ que, según la compañía, revolucionará el control de la seguridad y la videovigilancia.
Gracias al mismo, se podrán analizar simultáneamente los datos de miles de cámaras, no solo las que el Gobierno ha colocado en las calles, sino también las de los comercios, cajeros automáticos o edificios de viviendas.