La magnitud del reto para cumplir con la aspiración de Ciudades Inteligentes es inmenso, en gran medida por la enorme variedad de factores condicionantes y su impredecible dinámica de cambio.
No obstante, la innovación tecnológica, con su incontenible avance, crea propuestas y soluciones que permiten configurar, anticipar y manejar fenómenos multifactoriales con una gran eficiencia y precisión.
Dígase Cómputo en la Nube, Big Data, Analíticos, Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas, Redes Sociales, etc., son ya un recurso urgente e imprescindible no sólo para desarrollar proyectos, sino para anticipar un plan rector dinámico que dé sentido, viabilidad y continuidad a la gran aspiración de convivir en ciudades inteligentes.
Desde luego, todos los esfuerzos sólo requieren una patente de confiabilidad y credibilidad si responden a las necesidades reales de los habitantes en un modelo incluyente y participativo que asegure la visibilidad y concreción de mejores niveles en la calidad de vida en sus distintos órdenes.
Para que el concepto de Ciudades Inteligentes deje de ser una realidad siempre postergada, difusa e inconsistente, se necesitan no sólo compromisos y retórica, sino acciones concertadas dentro de un plan rector que aproveche los nuevos desarrollos tecnológicos y científicos, en un entorno comunitario y participativo.