Actualmente, Zumba TV monitorea más de 30 millones de televisores repartidos por países en el mundo, acumulando datos de los usuarios de forma masiva, incluso datos personales sobre los hábitos de los televidentes y agregando rasgos sociológicos de las personas.
Por ahora, Zumba TV se encuentra en la mira de organizaciones de consumidores en Estados Unidos, donde básicamente se plantea que el usuario debe conocer y aceptar las condiciones de los datos que se extraen, que posiblemente que comercializarán por tratarse de información valiosa para los anunciantes.
Estas asociaciones tachan de confuso un proceso de aceptación que aparece en los televisores en su primer arranque: el usuario debe aceptar un texto que parece ofrecer ventajas. Al aceptarlas se podrá interactuar con los programas favoritos y conectarlos dispositivos para recibir ofertas especiales. Pero también, como suele ocurrir, contiene condiciones en letra pequeña.
Los servicios se ofrecen aplicando un sistema llamado Automatic Content Recognition (ACR) que rastrea lo que aparece en la pantalla en todo momento y cómo interactúa el usuario con los contenidos. En fin parece legítimo: al conocer los hábitos de cada usuario se pueden sugerir contenidos acordes con sus gustos en una extensa y creciente oferta de programas. Pero el problema no reside únicamente en la acumulación de hábitos del usuario, sino de una función incluida en la plataforma que vincula este información con los dispositivos móviles del usuario y de esta manera se conocen con mayor profundidad sus hábitos personales y el uso televisivo.
Cuando uno se pregunta ¿por qué los fabricantes incluyen servicios tan invasivos en materia de privacidad en sus televisores?, más allá del valor añadido de las recomendaciones de contenido, servicios como Samba TV pagan a las marcas por tener pre instalados sus programas en los equipos y, ante un margen descendente en la venta de equipos, resulta demasiado tentador como para negarse.