La semana pasada, se informó que un grupo de científicos de computación cuántica se mudó a Silicon Valley para fundar una Startup llamada PsiQ, a causa de la abundancia de capital de riesgo que no se tiene en Europa.
Esta no es la primera vez que las empresas tecnológicas más inteligentes y prometedoras de Europa se han visto atrapadas por los gigantes de Silicon Valley y Seattle.
DeepMind (especialista en inteligencia artificial) de Gran Bretaña; Moodstocks, de Francia (un desarrollador de aprendizaje automático para el reconocimiento de imágenes); y Fayteq, de Alemania (que permite eliminar objetos de video), fueron comprados por Google.
Con este fenómeno, Europa pierde en la carrera mundial por el talento. Las empresas estadounidenses compraron unas 562 nuevas empresas europeas entre 2012 y 2016, o el 44% del total, según la firma consultora Mind the Bridge.
Como dice el economista de Google, Hal Varian, una gran razón para comprar estas compañías es poder llevarse a todos los ingenieros de una sola vez.
Para tener una idea de lo escasos que son estos recursos, hay que considerar que el grupo internacional de talentos para la inteligencia artificial –la tecnología definitoria de nuestros tiempos, según el CEO de Microsoft–, es de aproximadamente 205,000 personas.
Alemania y Gran Bretaña se encuentran entre los cinco principales centros para el talento de inteligencia artificial, debido a la excelencia de sus universidades. Pero es una amarga lucha mantener a trabajadores tan preciados en casa.
Los políticos de Europa parecen complacientes al enfrentar estos poemas. Ven el efectivo que fluye desde Silicon Valley como un bien económico sin mezcla y hablan de la inversión como sello de aprobación.
En Francia, Los ministros hablan con orgullo de los laboratorios de investigación de Google y Facebook en París, que atraen a todos, desde distinguidos profesores a estudiantes de doctorado.
El ministro francés de asuntos digitales, Cedric O, dijo la semana pasada que las adquisiciones estadounidenses de nuevas empresas francesas ‘no eran un problema’, siempre y cuando la tecnología no fuera crítica.
Esto resulta miope, y muestra que los responsables de la política industrial de Europa todavía están mirando a los fabricantes del siglo pasado cuando están pensando en los sectores que quieren proteger, sin duda debido a la gran cantidad de empleos involucrados.
En lugar de obsesionarse con firmas de ingeniería mecánica, Alstrom y Siemens, de Francia y Alemania, deberían pensar más en DeepMind, Moodstocks y Fayteq, o en la firma alemana de robótica Kuka, que se vendió a China.
Se podría utilizar el dinero público para mejorar el pago a los investigadores, al igual que la asociaciones público-privadas. También se necesita un mayor control antimonopolio, incluso si se trata de proteger el interés nacional.
Finalmente, está el sueño de una versión europea de DARPA, la inteligencia del Pentágono que fomenta las tecnologías emergentes para los militares.
La Inteligencia artificial de Europa y el éxodo tecnológico continuarán hasta que sus líderes políticos se tomen el tema tan en serio como lo hacen con los trabajos en las industrias de metalurgia. A menos que se despierten pronto, la carrera se está perdiendo.