Quienes argumentan que Estados Unidos sería una sociedad armoniosa sin las redes sociales, nunca han conocido completamente a Estados Unidos, pues las personas que así piensan, no han escuchado las conversaciones ni han sentido los temores de que quienes ven y lo viven de manera diferente.
Facebook y Twitter son un reflejo más preciso de la sociedad estadounidense que las elegantes redes de transmisión Big Three que cubrieron el movimiento de derechos civiles en la década de 1960.
Las redes sociales, a pesar de todas sus fallas, dejan al descubierto el conflicto social; en un país con una memoria colectiva corta que a menudo trata de enterrar su pasado doloroso, al menos eso es honesto.
Las protestas han surgido en los 50 estados y en las capitales latinoamericanas, africanas y europeas. Las imágenes de las marchas a veces han sido impactantes. Pero la existencia del movimiento no debería ser una sorpresa.
La frustración, la humillación y el dolor que padecieron los estadounidenses negros también se desbordó el 2014, 2015 y 2016, cuando se arrebataron las vidas de personas negras desarmadas, creando deudas que las fuerzas policiales, las ciudades y la sociedad nunca podrán pagar.
Esos años establecieron una rutina colectiva, en la que teníamos que ver películas con cortes.
Ahora, las redes sociales ayudan a tener una conversación sobre el cambio, para darnos cuenta de que las vidas de los negros importan, y siempre serán importantes.
Se ha derramado mucha tinta argumentando que las leyes sociales han fracturado nuestra sociedad, permitiéndonos vivir en burbujas que refuerzan nuestras visiones del mundo.
Los algoritmos son el problema, argumentan estas personas, desconectándolas de los hechos, convirtiendo cada usuario en un empresario de la economía de la atención y destacando la trivialidad y la división.
Por ahora, la brutal conversación en Estados Unidos sobre la raza se desarrolla a través del prisma de ‘me gusta’ y videos de Instagram Live. Lo que quitemos en este momento depende de nosotros. También tenemos la oportunidad, con un toque, de escuchar a personas que no se parecen en nada a nosotros, para descubrir el verdadero costo de la unidad.
