Los fabricantes de autos eléctricos chinos, encabezados por BYD, ya superaron a Tesla en la carrera por ofrecer autos eléctricos accesibles. Ahora, muchos de estos mismos competidores están ganando terreno en la competencia global por el desarrollo de tecnologías de conducción autónoma.
A inicios de este año, BYD sacudió la industria automotriz inteligente en China al ofrecer sin costo su sistema de asistencia avanzada a la conducción God’s Eye, una tecnología que compite directamente con el sistema Full Self-Driving (FSD) de Tesla, cuyo precio ronda los 9,000 dólares en el mercado chino.
‘Con God’s Eye, la estrategia de Tesla empieza a desmoronarse’, señaló Taylor Ogan, inversionista estadounidense en BYD radicado en Shenzhen. Ogan, quien ha sido propietario de varios vehículos Tesla y ha probado autos BYD equipados con esta tecnología, considera que el sistema chino es técnicamente superior al FSD de Tesla.
El avance no se limita a BYD. Compañías como Leapmotor y Xpeng también comercializan vehículos equipados con sistemas comparables a un costo considerablemente menor. En China, modelos con capacidades de conducción autónoma tanto en carretera como en entornos urbanos se venden por alrededor de 20,000 dólares, impulsados por una industria que goza de respaldo político y subsidios gubernamentales.
De acuerdo con análisis realizados para Reuters por firmas especializadas en desensamble de vehículos, el hardware de conducción asistida de BYD presenta costos significativamente más bajos que los de Tesla. Estos estudios revelan que la compañía china logra integrar sensores lidar y radares a un costo equiparable al del sistema de Tesla, que prescinde de estos componentes y se basa exclusivamente en cámaras y algoritmos de inteligencia artificial.
Esta creciente competencia china representa uno de los desafíos más serios para Elon Musk, justo cuando Tesla enfrenta una desaceleración en ventas globales y busca reenfocar su estrategia. El reto se vuelve más crítico este mes, cuando la empresa planea iniciar un programa piloto de robotaxis en Austin, Texas, tras una década de promesas sin concretar en materia de vehículos autónomos.
La presión ejercida por el mercado chino fue una de las razones detrás del giro estratégico de Tesla en 2023, cuando canceló el desarrollo de un vehículo de 25,000 dólares. En su lugar, la compañía apostó por desplegar una red de robotaxis autónomos, un pilar clave en su actual valoración bursátil cercana al billón de dólares.
A esto se suma la participación de empresas tecnológicas como Huawei, que provee soluciones de conducción autónoma a fabricantes como Chery, SAIC y Changan. Estas firmas se benefician de economías de escala, subsidios públicos y un ecosistema competitivo que ha permitido reducir márgenes y acelerar la adopción tecnológica.
Tesla aún no lanza una versión del FSD que opere sin supervisión humana, ya que su sistema requiere entrenamiento adicional antes de operar de forma autónoma total. En Austin, la empresa planea iniciar una prueba limitada con entre 10 y 20 vehículos en zonas controladas, aunque no ha revelado detalles técnicos adicionales.
En contraste, los fabricantes chinos continúan perfeccionando sus sistemas de asistencia avanzada en un mercado donde los consumidores exigen cada vez más funciones autónomas. Su capacidad para ofrecer estas tecnologías a menor costo representa una amenaza directa al modelo de negocio de Tesla basado en autonomía.
Mientras un Tesla con FSD puede alcanzar un precio de aproximadamente 41,500 dólares en China, los vehículos de BYD con God’s Eye se comercializan por cerca de 30,000 dólares, y en muchos casos, incluyen esta tecnología como equipamiento estándar.
Además, el volumen de datos recopilados por los vehículos chinos en circulación está alimentando el entrenamiento de sus sistemas de inteligencia artificial. BYD, que en 2023 duplicó la producción de Tesla con 4.2 millones de unidades, tiene una ventaja clara en escala y negociación con proveedores. En noviembre pasado, un alto ejecutivo de la firma solicitó una reducción del 10% en el costo de todos los componentes, anticipando que 2025 será la “ronda final” de la competencia global.