Tras los disturbios racistas del sábado en Charlottesville (Virginia), algunas firmas tecnológicas han declarado esta semana la guerra a grupos de odio y neonazis que utilizaban sus servicios en Internet, un paso al frente que reabre el debate sobre los límites de la libertad de expresión.
Después de que un neonazi matara con su automóvil a una joven en esta localidad e hiriera a 20 personas, y de la consiguiente respuesta presidencial ante el ataque, Google, Facebook y otras firmas decidieron frenar la actividad de estos movimientos a través de suspensiones de cuentas o prohibiciones en su uso.
De hecho, ya antes de que se produjera la manifestación en Charlottesville, Airbnb impidió reservar habitaciones a aquellos que creía serían participantes de la marcha.
Un día después de los disturbios, el servidor GoDaddy sacó de su plataforma a la popular web del movimiento neonazi The Daily Stormer, que había publicado un artículo de burla hacia la activista atropellada, Heather Heyer.
Tras el traslado de esta web a Google, el gigante tecnológico también la rechazó, y Twitter suspendió sus cuentas. Además, Cloudfare, un servicio que protege de ciberataques, dejó de actuar sobre este portal.
La organización de defensa de los derechos digitales The Electronic Frontier Foundation (EFF) calificó en su blog las acciones emprendidas por estas tres compañías, que controlan buena parte del discurso ‘online’, como ‘peligrosas’ porque sus consecuencias tienen impactos ‘de largo alcance»‘.
‘Cada vez que una compañía saca de la Red a un vil sitio neonazi, miles de decisiones menos visibles son tomadas por compañías con menos supervisión o transparencia’, señaló EFF, que propone establecer ‘líneas rojas’ para evitar suspensiones ‘arbitrarias’ sin un proceso detrás.
Desde el ámbito financiero, firmas como Apple Pay o PayPal también están privando de medios de pago a tiendas o páginas relacionadas con grupos de odio.
GoFundMe, una popular plataforma de crowdfunding, ha retirado estos días varias iniciativas de apoyo al presunto conductor en el ataque de Charlottesville, James Alex Fields Jr., acusado de asesinato en segundo grado.
Incluso aplicaciones como Spotify han prohibido la publicación de música que ‘favorece’ o ‘incita la violencia contra raza, religión, sexualidad u otros’.
Tras las declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en las que ‘equiparó’ a los manifestantes antirracistas con los neonazis, algunos nombres destacados de Silicon Valley, más allá de sus compañías, han contradicho públicamente el discurso oficial.
Tim Cook, CEO de Apple, dijo a sus empleados por correo que, independientemente de sus filiaciones políticas, debían ‘permanecer unidos’ ante la idea de que ‘todos somos iguales’.
Mark Zuckerberg, máximo responsable de Facebook, desde donde se convocó a los manifestantes bajo el lema ‘Unamos a la derecha’, declaró que vigilaría la situación ‘de cerca’ por su ‘potencial para más protestas’.
La red social ha suprimido de su plataforma las cuentas de una serie de grupos supremacistas blancos y neonazis desde los disturbios.
En el centro del debate sobre la libertad de expresión se encuentra ahora Google, que eliminó de su tienda por contravenir sus políticas de contenido a Gab, una red social utilizada por la ‘nueva derecha’.
El jefe de comunicación de Gab, Utsav Sanduja, se desmarcó ante CNBC de estas organizaciones y dijo que pretende dar a la gente ‘la libertad de hablar, la libertad de disentir’.
La disputa pone de manifiesto la responsabilidad que recae sobre estas firmas tecnológicas, que en los últimos meses han incrementado sus esfuerzos para atajar contenidos moralmente cuestionables.
No obstante, advirtió EFF, ‘estaríamos cometiendo un error si asumimos que ese tipo de decisiones de censura nunca se volverán en contra de causas que amamos’.
EFE