Los problemas que arrastra el sector de semiconductores desde el inicio de la pandemia podrían agravarse por la invasión rusa de Ucrania, que pone en peligro el suministro de materiales esenciales para la producción de chips.
Estas tensiones se suman a las sufridas los últimos dos años, que han generado escasez de ciertos productos, paros en algunas industrias y empujado a Europa a buscar una menor dependencia de Asia para fabricar unos componentes esenciales para cualquier tecnología.
La invasión rusa de Ucrania perturbará sobre todo el suministro de neón, un gas esencial para el proceso de litografía por el que se graban los chips, y de paladio, un metal utilizado para su empaquetado y otras aplicaciones tecnológicas, según varios analistas.
Ucrania es responsable del 70% de las exportaciones mundiales de neón, gas que además se obtiene como derivado de la fabricación de acero en Rusia, mientras que Moscú representa el 25% de las exportaciones de paladio, el 35% de las de hierro y el 28% del níquel, metales muy utilizados en la producción de alta tecnología y cuyos mercados ya están afectados por las sanciones a Moscú.
Aumento de precios
Si bien a corto plazo los fabricantes tienen reservas de estos materiales esenciales, se espera que la situación tenga un fuerte impacto sobre los precios y plantea nuevos riesgos para el sector, señala un análisis del centro de estudios Bruegel, recordando que en 2014 la anexión de Crimea por Rusia disparó un 600% el precio del neón.
A ello se suma el riesgo de una nueva ola de compras provocada por el pánico a la escasez que eleve el precio de los chips, como ocurrió durante la pandemia, aunque de momento este acaparamiento no se ha producido.
Esto se debe, en parte, a que los fabricantes han dado garantías a sus clientes de que tienen reservas de materias primas suficientes para entre 4 y 6 meses o incluso más, explica Kanishka Chauhan, analista principal en Semiconductores y Electrónica de la consultora Gartner.
Tras la crisis de Crimea, ‘los fabricantes hicieron un estupendo trabajo para diversificar sus suministros de materias primas y han maniobrado sorprendentemente en esta crisis’ y, aunque algún fabricante integrado -los que se ocupan tanto del diseño como de la producción de chips- se ha visto afectado por el desabastecimiento ‘esto no impacta de forma importante en la cadena de valor’, apunta.
Con todo, la consultora cree que el inicio de la recuperación de las cadenas de suministros de semiconductores se ha retrasado y que la completa normalización no llegará antes de mediados de 2023.
Los sectores que seguirán afectados más tiempo serán los que no son prioritarios para los fabricantes de semiconductores, en general compradores de bajo volumen como el sector del equipamiento industrial. ‘Si una empresa de semiconductores tiene que elegir entre un fabricante de smartphones y uno industrial, elegirá al primero»‘ asegura Chauhan.
Huawei, uno de los mayores productores de smartphones del mundo asegura, en este contexto, que no tiene planes de desarrollar líneas de producción de chips, pero seguirán acumulando tecnología a través de la innovación.
Retraso de la producción
La mayor cuestión que se plantea con la guerra en Ucrania es si la escasez de neón creará un retraso en la producción, si significará que las fábricas tienen que parar porque necesiten sustituir el gas o no puedan comprar algunas máquinas, apunta Niclas Poitiers, analista de Bruegel.
Uno de los riesgos, abunda, es que se alarguen los plazos para los proyectos que planean Europa o Estados Unidos a varios años vista para aumentar su producción de chips, como la construcción de fábricas en territorio comunitario, y si esto les obligará a rebajar sus ambiciones en este sector.
En la UE, estas se plasman en la nueva Ley Europea de Chips que prevé movilizar más de 43,000 millones de euros en inversiones hasta 2030 para duplicar su producción de semiconductores, que hoy apenas representa un 10% del mercado mundial.
En todo caso, la situación en Ucrania pone de nuevo el foco en la importancia de esta cadena de valor y aumenta la presión sobre gobiernos y empresas para que encuentren soluciones, dando argumentos a quienes reclaman una mayor intervención pública en este mercado para asegurar su resiliencia, dijo Poitiers.