Las elecciones presidenciales en Estados Unidos están siendo el escenario de un fenómeno alarmante: el uso de la inteligencia artificial (IA) como herramienta de desinformación.
Desde imágenes surrealistas de los dos principales candidatos paseando por la playa tomados de la mano, hasta llamadas falsas que simulan la voz del presidente Joe Biden instando a los demócratas a no votar, la IA se está convirtiendo en un motor de manipulación a gran escala.
Esta es la primera elección presidencial desde la explosión de la IA generativa, la tecnología capaz de crear fotos, videos y audios ultrarrealistas de eventos que nunca ocurrieron, una técnica conocida como deepfake. La propagación de este tipo de contenido manipulado, sobre todo en redes sociales, está distorsionando la percepción de la realidad y sembrando dudas en los votantes.
Según Daniel Rogers, profesor adjunto de la Universidad de Nueva York, esta proliferación de desinformación erosiona la confianza de las personas en lo que ven y escuchan.
Un estudio del Pew Research Center respalda esta preocupación: el 57% de los estadounidenses —con porcentajes casi idénticos entre republicanos y demócratas— se declara ‘extremadamente o muy preocupado’ por el uso de IA para crear y difundir información falsa sobre candidatos y campañas.
‘Estas herramientas desdibujan las líneas entre realidad e invención. Y esta tendencia continuará hasta que se implementen barreras de seguridad que preserven una mínima autenticidad’, advierte Rogers. Un riesgo adicional, apunta, es que la misma tecnología permite que la gente desacredite información veraz, alegando que fue generada artificialmente, algo conocido como el ‘dividendo del mentiroso’. Esta táctica ha sido empleada por Donald Trump para desestimar pruebas en su contra, como en el caso de la foto con E. Jean Carroll, la periodista que lo acusó de agresión sexual.
El impacto de la IA en estas elecciones va más allá de las noticias falsas. En enero, una serie de llamadas automáticas en Nuevo Hampshire utilizaron una imitación de la voz de Biden generada por IA para desalentar la participación de votantes demócratas en las primarias del estado. Meses después, en julio, un anuncio de campaña de un candidato rival del Partido Republicano usó la voz de Trump generada por IA para atacarlo, lo que la campaña del expresidente calificó de ‘intento desesperado’ por manipular a los votantes.
Sin embargo, el propio Trump ha compartido contenido generado por IA. Uno de los ejemplos más notorios fue cuando publicó en su red social, Truth Social, imágenes falsas de la cantante Taylor Swift apoyándolo. Aunque las imágenes estaban etiquetadas como sátira, el caso subraya cómo la manipulación visual se infiltra en el debate político. Otros memes circulan en redes sociales con un enfoque humorístico, como montajes de Trump montado en un león o robando en un supermercado con una pistola en la mano.
El problema no se limita a la esfera doméstica. Según la Inteligencia Nacional de Estados Unidos, potencias extranjeras como Rusia, Irán y China están utilizando estas tecnologías para influir en la opinión pública antes de las elecciones de noviembre. Este verano, el Departamento de Justicia actuó contra una empresa rusa que utilizaba IA para hacerse pasar por ciudadanos estadounidenses en redes sociales, mientras que OpenAI desmanteló un grupo iraní que empleaba ChatGPT para generar comentarios falsos en internet.
Pero la IA no solo se usa para desinformar. También está siendo explorada por algunas campañas como una herramienta para conectar con los votantes. De acuerdo con una investigación del New York Times, sin embargo, el uso de esta tecnología en campañas políticas aún es limitado y, cuando se ha implementado, los resultados han sido decepcionantes.
Rogers no se sorprende de esto, ya que la ‘autenticidad’ sigue siendo un factor crucial para los votantes. ‘Una llamada de campaña generada por un robot no transmite autenticidad’, explica. A pesar del potencial de la IA para automatizar ciertas tareas, la falta de un toque humano podría hacer que estas herramientas tecnológicas terminen siendo un obstáculo más que una ventaja en la búsqueda de votos.
En un escenario donde las líneas entre realidad y ficción son cada vez más difusas, queda por ver cómo la tecnología y la política seguirán entrelazándose en el futuro cercano. Pero una cosa es segura: la IA ha llegado para quedarse, y su impacto en el proceso democrático apenas comienza a vislumbrarse.