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Intel renueva sus chips para enfrentar el siglo XXI

Su líder, Paul Otellini, dice que su principal tarea es ver la necesidad de cambio antes que nadie. Entre sus metas destaca alcanzar el mismo protagonismo en los celulares

Paul Otellini es el quinto presidente ejecutivo en los 40 años de historia de Intel y tres de los otros cuatro -Robert Noyce, Gordon Moore y Andrew Grove- están entre los líderes empresariales más famosos del siglo XX. Bajo el liderazgo de estos tres ejecutivos, Intel se convirtió en el actor estelar de la industria de los chips, y quizá la empresa estadounidense más importante de los años 80. Ahora, después de parecer lenta y confundida durante gran parte de esta década, Intel, bajo la gestión de Otellini, está de nuevo mostrando la chispa competitiva que en su día la hizo famosa.

Intel sigue siendo la abanderada de la Ley de Moore. Desde la invención del circuito integrado en 1958, el número de transistores que se pueden ensamblar en la superficie de un procesador se ha duplicado aproximadamente cada dos años y Moore fue el primero en observar esa tendencia.

Sin importar cómo actúe Otellini, es inevitablemente comparado con Noyce (el líder carismático), Moore (el genio técnico) o su mentor Grove (el máximo luchador corporativo). Noyce puede que ya no esté, pero Moore y Grove, aunque menos involucrados con Intel en la actualidad, aún están cerca para hacer comentarios y asesorar a la empresa de Silicon Valley -y a su jefe- en cada paso.

En Intel, la única opción es el éxito. El antecesor de Otellini, Craig Barrett, ha quedado rezagado para siempre por la audaz, costosa y fallida iniciativa de llevar a Intel, a través de adquisiciones, al negocio de las comunicaciones. En el olvido quedó que Barrett también elevó la inversión de Intel en nueva capacidad, allanando el camino para el actual crecimiento de la empresa.

Lo que sí se recuerda es que en mayo de 2005, cuando Otellini -entonces vicepresidente ejecutivo- asumió el mando, Intel estaba en su peor momento. La empresa salía de una década en la que enfrentó una investigación antimonopolio por parte de la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, que al final no se concluyó, y la locura y el colapso de la burbuja de Internet.

Intel también enfrentaba la cada vez más feroz competencia de Advanced Micro Devices (AMD) y Samsung amenazaba con arrebatarle el primer lugar en los microchips utilizados para teléfonos celulares y otros aparatos.

El nuevo presidente ejecutivo tuvo que sacar el hacha: un total de 20.000 empleados perdieron su trabajo y se vendieron unidades de negocio. Los gerentes (más de 1.000) fueron los primeros en recibir el golpe. «Fue lamentable», recuerda Otellini, quien había trabajado con casi todos ellos durante décadas. «Pasé muchas noches sin dormir. Recuerdo decir que esto no era lo que había planeado para mi primer año en el puesto».

Otellini es un ejemplo raro entre los líderes de Silicon Valley al haber pasado sus 34 años de carrera en una sola compañía. Estudió en la Universidad de San Francisco y obtuvo un M.B.A. de la Universidad de California en Berkeley. Días después de recibir su título, Otellini ingresó a Intel. Eso fue en julio de 1974, cuando la industria de los chips sufría la peor recesión de su historia. El viernes anterior a su llegada, la acción de Intel había perdido una tercera parte de su valor y el joven Otellini llegó a la sede principal de Intel minutos después de que la empresa había despedido a 10% de sus empleados.

«Fue feo…, pero al mismo tiempo me impresionó que Intel mantuviera su compromiso con los universitarios a los que les había hecho una oferta», recuerda.

Otellini no olvidó ese compromiso con los empleados en septiembre de 2006, cuando era su turno de hacer recortes. «De manera sistemática medimos el desempeño de cada parte de la compañía para determinar lo que era de clase mundial y lo que no. Entonces, de la forma más analítica posible, realizamos los recortes… y ahorramos US$3.000 millones». Aprendió este proceso de Grove: «Pregunta por qué y repite la pregunta otras cinco veces, hasta que… obtengas la respuesta intelectualmente honesta».

Tras los despidos, Otellini reinvirtió, de forma inmediata y controversial, parte de los ahorros en investigación y desarrollo. Muchos analistas criticaron la medida, pero Otellini sabía que Intel tenía potencial. «Sabía que teníamos algunos productos muy buenos en los que habíamos trabajado por cinco años y que estarían listos en un año. También sabía que cuando saliéramos de la crisis, esta sería una industria muy diferente y quería estar listo para eso».

«El principal trabajo de un presidente ejecutivo, debido a que tiene acceso a toda la información, es ver la necesidad de cambio antes que el resto», explica Otellini. «Pero como Andy me dijo una vez: ‘no creerás cuánto tiempo toma el cambio que has iniciado para que llegue a todos los niveles de la empresa…’ Por eso yo era el único optimista. Entonces me dediqué a comunicar el mensaje positivo».

En los últimos dos años, Intel lanzó esos nuevos productos y forjó importantes alianzas. Introdujo una nueva generación de los chips Xeon. Aun más importante, consolidó su posición en el mercado de chips con la familia Atom de bajo consumo de energía y alto desempeño.

Nueva confianza

A finales de 2005, Otellini logró algo que ninguno de sus predecesores pudo, una sociedad estratégica con Apple que coloca los chips de Intel en las computadoras Mac. El ejecutivo confiesa que sueña con el día en que los iPhones y iPods lleven la tecnología Atom.

Hace poco, Intel se unió con Dreamworks Animation para desarrollar películas 3D InTru y acordó colaborar con Yahoo para llevar la Internet a la televisión.

Otellini tiene razones para sentirse confiado. Los viejos rivales como AMD parecen haber perdido su impulso y los nuevos como Samsung – ahora que Intel busca expandirse en Asia- parecen menos amenazantes. Intel una vez más marca el ritmo de la industria de semiconductores, con ventas anuales de US$40.000 millones y más de 83.000 empleados.

Se espera que la empresa crezca 10% este año. Y por si fuera poco, WiMax, el estándar de banda ancha inalámbrica de Intel, debutó la semana pasada en Baltimore. Pero todavía hay mucho camino por recorrer y un obstáculo podrían ser las regulaciones gubernamentales que cambian según la región.

Entre sus metas, Otellini menciona seguir liderando el enorme negocio de chips para computadoras y alcanzar el mismo protagonismo en los celulares y otros aparatos móviles. Además, quiere continuar la ley de Moore. «Le garantizo que la ley de Moore no se acabará bajo mi mando. Nadie en el mundo tecnológico quiere pasar a la historia por haber eliminado la ley de Moore, y no seré yo».

Fuente: The Wall Street Journal