La banda ancha tiene un rol protagónico de gran importancia prácticamente en todos los campos de la actividad humana, incluso en el desarrollo de los países.
El acceso a la enorme riqueza de servicios de Internet tiene su máxima expresión cuando se transfieren cantidades masivas de tráfico de voz datos y video con una alta calidad y una gran velocidad. Esto es, cuando se transita por la banda ancha.
Ya sea para enviar correos; navegar en la web; descargar imágenes, música y vídeo; realizar conferencias en línea y muchísimas más aplicaciones, se requiere de la banda ancha que permite un acceso siempre activo y disponible a Internet de alta calidad.
El impacto de la banda ancha es múltiple y de gran alcance. Tan es así que según la UIT, por cada 10% de aumento en la penetración de banda ancha, se genera un incremento del 10% en el Producto Interno Bruto de los países.
No obstante esto, según la propia UIT, en banda ancha México ocupa un mediocre lugar entre los países centroamericanos, no se diga respecto de otros países en América Latina.
Nuestro país tiene poco que ofrecer en esta materia y sus políticas resultan poco agresivas y comprometidas ante un país que tiene un gran potencial de crecimiento.
El acceso de alta velocidad a la red es imprescindible para un país como el nuestro, con expectativas reales de crecimiento que demanda la inclusión digital en todo su entorno, de forma tal que el desarrollo, además de sostenible, ataje las enormes diferencias sociales y reduzca el nivel de pobreza.
En todo caso, la demanda por banda ancha es inaplazable, baste decir que se estima que en el 2020 cada persona consumirá 10 horas diarias de video y que el tráfico mensual por usuario pasará de 0.5 a 5 Gigabytes ¡en sólo cuatro años!