En estos días se conmemoran los primeros diez años de existencia de la Cofetel. Este organismo desconcentrado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes tiene un pasado tan complejo que no es sencillo elaborar un análisis definitivo sobre el éxito en su gestión.
La existencia de la Comisión lleva ya dos periodos sexenales: cuatro años del expresidente Ernesto Zedillo y el actual periodo presidencial. En su inicio, a pesar de que nació con serias limitaciones de personal y de recursos, la Cofetel enfrentó objetivos de gran complejidad, como la apertura del mercado de larga distancia y local a la competencia; diseñar el proceso de subastas de espectro radioeléctrico; emitir regulación especializada, la cual se ha mantenido prácticamente sin cambios, así como resolver desacuerdos de interconexión que han permitido el crecimiento que tiene el sector.
En este primer periodo fue formada la primera generación de profesionistas en telecomunicaciones que no emergieron de Telmex. Los técnicos que había hasta entonces, en general, no habían requerido entrar en el estudio de las telecomunicaciones desde un enfoque multidisciplinario, por lo que también para ellos la Cofetel constituyó una importante consolidación en su formación. La Cofetel formó a buena parte de los cuadros jurídicos y económicos que ahora atienden al sector.
En general, durante esa época se cumplieron muchos de los objetivos de apertura a la competencia, pero se descuidaron otros temas que motivaron críticas hacia el desempeño de la Cofetel, en parte por el crecimiento explosivo del sector de las telecomunicaciones, por la persistencia de las prácticas administrativas de antaño que la Cofetel heredó y porque la Comisión permitió que perduraran cuellos de botella insalvables.
Así, la conjunción entre la falta de personal con cientos de trámites tortuosos e ineficientes hicieron que este organismo fuera cuestionado con total justificación.
Parece que en el desempeño de la Comisión durante la mayor parte de este sexenio, hubo regresiones y omisiones de gran importancia y trascendencia. A pesar de sus buenas intenciones, esta Cofetel se subyugó a la agenda planteada desde la Subsecretaría de Comunicaciones, lo que conculcó, como nunca, con triste evidencia la necesaria autonomía que debe tener el órgano regulatorio. Existen casos penosos, tales como el de las frecuencias Wi-Fi en que la SCT emitió normas con las que los comisionados no estuvieron de acuerdo, pero no hicieron nada enérgico al respecto; la plena desconfianza y luego «purga» al poco personal formado en la Cofetel; la emisión del Acuerdo de Convergencias en el que la Comisión no fue tomada en cuenta y fue vista como una oficina de trámites; las escasas inspecciones a un sector anárquico; la franca omisión en la resolución de desacuerdos de interconexión, y otras fallas más que fueron oportunamente señaladas y no escuchadas desde una Comisión ausente de autocrítica.
En mi opinión, más allá de las críticas al proceso de promulgación de la nueva Ley Federal de Telecomunicaciones, se logró el fortalecimiento de la Cofetel, pues ahora además de que ya se encuentra prevista en ley, sus comisionados tienen la seguridad de la permanencia. Hace falta que con la nueva administración se emita a la brevedad un nuevo reglamento interior de la SCT en el que se asegure a la Cofetel la autonomía técnica y operativa prevista desde su creación en el año de 1996.
La nueva Cofetel tiene una agenda de alta complejidad, pues las empresas del sector y la propia sociedad tienen la expectativa de que sus decisiones serán razonadas y autónomas, así como que la Comisión cuidará que tomen carta de naturalización las tres «C» enunciadas por el presidente electo Felipe Calderón: convergencia, competencia y calidad, a las que agregaría la «C» del consumidor.
La Cofetel requiere una revisión de su estructura y del fortalecimiento de algunas de sus áreas, como la de seguimiento e inspecciones, que se encuentran desvalidas. Asimismo, es inminente que se emita un nuevo reglamento interno en el que espero se incorporen las sugerencias y propuestas del personal, pues sólo ellos viven inmersos en la problemática de sus respectivas áreas.
En los últimos meses, la nueva Cofetel ha demostrado que su desempeño es más autónomo y que tiene una posición de dignidad ante las órdenes provenientes de la SCT. Se puede observar que las propias empresas de telecomunicaciones se están percatando del ánimo de la nueva administración de resolver asuntos. Desde fuera, se percibe que los nuevos comisionados llegan con la mejor intención de trabajar y que tienen claras sus prioridades. En pocas semanas han estudiado y resuelto temas que estaban dormidos o que no se había decidido impulsar.
A la nueva Cofetel le tocan momentos difíciles. Le corresponde una participación seria, equitativa y comprometida en la temática de la convergencia. Asimismo se deben aclarar las lagunas de interpretación que rodean el uso y explotación de las frecuencias de uso libre; implantar el diseño y ejecución de visitas de inspección que erradiquen las prácticas ilegales, así como hacer un serio esfuerzo de simplificación de los títulos, permisos y engorrosos trámites que sólo entorpecen al sector, entre otros muchos pendientes que deben atender.
Existen grandes expectativas de que la nueva Cofetel continúe dando frescura y renovación a la industria. Los comisionados tienen grandes retos ante sí y se les debe dar un voto de confianza. Han empezado bien, pero deben mantener el paso, la independencia y la autocrítica. No deben caer ante las tentaciones de la politización, sobre todo ahora que la Cofetel abarca todo el sector de telecomunicaciones y radiodifusión. Deben tener precaución y cuidar su posición mediadora y de fomento a las inversiones. Por lo pronto, estamos empezando con grandes esperanzas, ojalá los funcionarios de la Cofetel persistan en sus esfuerzos y continúen en una posición de apertura, dignidad y trabajo.
Fuente: El Financiero, Joaquín Álvarez del Castillo Baeza, Miembro del Instituto del Derecho de las Telecomunicaciones