Con la memoria flash se abren nuevas posibilidades para la innovación tecnológica, lo cual no es algo nuevo, ya que flash ha sido históricamente un factor de progreso en las tecnologías, ya sea en tarjetas de memoria, puertos USB, smartphones, almacenamiento y múltiples capacidades para nuevas aplicaciones y usos.
Javier Martínez, ingeniero en telecomunicaciones y director de NetApp Iberia, comenta que no hace falta viajar muy lejos en el tiempo para observar el avance en aplicaciones tecnológicas. Hace seis años las tarjetas de memoria usuales tenían 1GB, lo que equivale a una veintena de fotos. Hoy, las habituales oscilan entre 32 y 64 GB. Esto es, en apenas un lustro, la capacidad se ha multiplicado más de 50 veces. ‘En cinco o seis años dejamos obsoletos los artículos’.
‘Estamos en un momento en el que crece tanto el uso que hacemos de la tecnología, que cada vez necesitamos más memoria y más capacidad’, comenta Martínez.
Para el logro de los objetivos que se tienen con las llamadas ciudades inteligentes, se necesitan además de ciudadanos inteligentes y objetos inteligentes.
Estos dos componentes requieren de conectividad y memoria. En la primera seguimos avanzando: 3G, 4G, LiFi, etc. La tecnología ya está preparada para incorporarlos a los objetos de la Red, esto es al Internet de las cosas. ¿Pero somos capaces de dotar de memoria a un foco, a una aspiradora o un enchufe? ‘Es hacia lo que se está dirigiendo la memoria flash. Busca que incluso dispositivos muy pequeños puedan tener la capacidad recopilar información y enviarla a la Red’, señala el director de NetApp Iberia.
La información recogida a través de sensores, como puede ser la humedad, en el caso de un aspersor para que detecte cuando debe regar; la temperatura en el aire acondicionado para que decida cuando hace falta calor o frío, o la cantidad de luz para un foco. Pero esta enorme cantidad de datos es difícil de manejar y, sobre todo de transmitir. ‘No es práctico mandar a un sitio central los millones de datos de millones de objetos. Se requiere de otro modelo: un modelo donde parte del información se procese donde se genera, y se transmita sólo la información útil’, sostiene Martínez. Es aquí donde entra el juego la memoria flash.
Esta forma de hacer de almacenamiento es un chip que puede ser tan pequeño como la cabeza de un alfiler. ‘Lo habitual suele ser 1 centímetro cuadrado. Es un objeto muy pequeño, pero muy robusto y que aguanta la lluvia, viento e incluso temperaturas extremas, por lo que el problema físico ha desaparecido’.
Sin embargo, el precio sigue siendo el obstáculo principal desde hace 30 años, cuando se lanzó a competir contra el almacenamiento en disco duro. La diferencia llegó a ser de varias decenas de veces, misma que se está reduciendo progresivamente. ‘Claro que lo inteligente es más caro, pero contamos con dos factores: que te van a permitir ahorrar costos y que cada año bajan los precios y aumenta la capacidad’, concluyó Martínez.
En opinión de los expertos, el momento culminante para la explosión del Internet de las Cosas es 2020, cuando todos estos factores se encuentren.
Con información de El País