Parte 1 de 2
La segunda década de este siglo XXI se ha caracterizado por la integración de ambientes digitales para modificar y transformar la manera en que las organizaciones realizan sus procesos y operaciones, insertando en sus plataformas de TI una diversidad de herramientas.
Entre estas podemos señalar a: la inteligencia artificial (IA), la robótica, social media, movilidad, cómputo redundante, la nube, el análisis de grandes volúmenes de datos y el Internet de las Cosas (IoT).
De acuerdo con pronósticos vertidos por especialistas, estiman que en el transcurso de los próximos 30 años existirán en el planeta más de 50 mil millones de dispositivos conectados a la red de Internet.
Para la mayoría de las organizaciones, el impacto causado por estas tecnologías es positivo. No obstante, un grupo de analistas de las ciencias sociales estima un impacto negativo en la oferta de empleos; de ahí la pregunta que establezco como parte del título de esta entrega: ¿representan estas tecnologías una amenaza para los empleos actuales?
Podemos decir que como respuesta a la pregunta anterior, se perfilan dos corrientes que podemos denominar, a una como corriente optimista y la segunda como pesimista.
La corriente optimista
La primera de ellas, la optimista, aduce que las nuevas tecnologías provocarán que las organizaciones se verán impulsadas a crear nuevos empleos para sacar el máximo provecho que brindan estas tecnologías. La perspectiva es una transformación y extensión de la planta laboral. La óptica de esta corriente es el surgimiento de empleos que ahora no existen y que se darán en un número mayor a los ya existentes.
La segunda, la pesimista, infiere que el uso de estas tecnologías acarrea un gran ahorro de mano de obra, eliminando empleos, sobre todo manuales en donde diversos dispositivos digitales substituyen y substituirán con mayor énfasis estas labores en los próximos años.
Considero, después de hacer un breve resumen de la posición de ambas corrientes y revisando sus perspectivas, que ambas corrientes parten de premisas validas, por lo que resulta conveniente analizarlas más a fondo para entender mejor la problemática planteada y establecer una visión más objetiva al respecto.
El surgimiento de estas nuevas tecnologías, según los estudiosos del caso, ha generado una situación dicótoma en el mercado laboral. Por una parte habrá que considerar aquellas personas que poseen un fácil acceso a estas tecnologías y por otra, quienes tienen un acceso difícil derivado de su situación económica principalmente.
Esto ha dado lugar a lo que comúnmente se denomina brecha digital, la que presenta dos vertientes: una entre países y otra entre personas en una misma localidad geográfica.
Esta brecha entre países podrá ocasionar que aquellos que no sean capaces de lograr un certero aprovechamiento de estas tecnologías perderán competitividad con respecto a los más avanzados, lo cual queda fuera de los alcances de este ensayo.
Respecto a las personas, la diferencia entre quienes tienen acceso fácil y quienes no, establece una clara segmentación en el mercado laboral, en donde los primeros tienen mayores oportunidades en la obtención de puestos de trabajo.
La corriente optimista establece que las nuevas tecnologías traen consigo: una nueva economía, una sociedad del conocimiento y de la información basado sobre todo en un denominador común, el Internet, hoy por hoy la red de redes, señalando que se vislumbra de manera generalizada una oportunidad para fomentar el acceso igualitario a la información, integrando incluso a personas con desventajas sociales permitiendo el desarrollo de áreas poco favorecidas en la actualidad.
Según esta visión, la aparición de estas TIC rebasa barreras geográficas y de movilidad, contribuyendo al acercamiento entre personas y de estas con sectores productivos, de servicios y con la sociedad en general, recalcando que el conocimiento está a la mano de todo el mundo.
La corriente pesimista
Ante estos argumentos, la corriente pesimista estima que el uso de estas tecnologías trae consigo nuevos problemas de exclusión social de aquellos que no tienen la oportunidad de aprovecharlas, ya sea por razones económicas, geográficas o de capacitación, sin percatarnos que a estas tecnologías solo se incorpora una reducida parte de la población.
Hacen referencia a comunicados de la OIT donde se señala que la brecha digital se amplía año con año, derivado de que un alto porcentaje de la población mundial se encuentra tecnológicamente desconectada, provocando que el acceso a estas tecnologías y a través de ellas al conocimiento, conlleven una mayor división en la sociedad.
Como contraparte a lo anterior, la corriente optimista argumenta que los poderes públicos empiezan a estar atentos frente al problema de exclusión social causados por las TIC, evitando que los beneficios de la sociedad de la información se concentren en grupos de personas con mayores recursos y puedan expandirse a los sectores marginados.
Argumentan que las TIC están cambiando radicalmente las fuentes y formas de trabajo, así como las vías a través de las cuales las personas se comunican y se capacitan, y tienen acceso a los empleos y servicios que son ofrecidos en sus localidades para toda la población en general. Plantean la necesidad de que se establezca como un derecho inalienable para toda persona, a nivel mundial, tener acceso en forma libre al Internet.
Como conclusión de lo hasta aquí expuesto, trataré de profundizar, apoyándome en enfoques de varios especialistas, sobre lo que argumentan ambas posiciones, aportando mayores elementos en torno a la pregunta de si las nuevas TIC representan una amenaza para los empleos actuales.
La corriente optimista enarbola la bondad de estas tecnologías y las propone como un certero avance que dotará a las sociedades del futuro de grandes beneficios, incluyendo la posibilidad de elevar los niveles de vida de la población marginada. Desde luego proponen en lo general, que los gobiernos están obligados a impulsar programas para reducir la brecha digital, creando condiciones para que los sectores más desprotegidos tengan acceso para obtener las capacidades necesarias que les permita mejorar su posición social a través del uso de estas tecnologías.
En el polo opuesto, el grupo de los pesimistas señala que los sectores de la población más desfavorecidos en el acceso a estas tecnologías son los que se encuentran en una débil situación en el mercado laboral, sobre todo las mujeres, exponiendo cifras de la OIT, las cuales indican que dos terceras partes de los empleos del sector de alta tecnología están ocupados por hombres.
Pero tomemos argumentos de mayor profundidad a partir de los estudios realizados por varios especialistas, para lo cual he tomado como base el documento titulado “De cómo la tecnología está destruyendo el empleo”, elaborado por David Rotman y publicado en la revista “MIT Technology Review”.
Cómo la tecnología está destruyendo el empleo
Los pesimistas
Erik Brynjolfsson, profesor de la Escuela Sloan de Administración y Dirección de Empresas del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés) y su colaborador y coautor, Andrew McAfee, han venido defendiendo en estos dos últimos años que los avances que se han producido por las TIC son responsables en gran medida del bajo crecimiento del empleo en los últimos 15 años en los Estados Unidos.
En un gráfico que le gusta mostrar a Brynjolfsson (ver figura abajo), hay dos rubros que representan la productividad y el empleo a partir de 1950. Ambos rubros iban ascendiendo en paralelo, el aumento de puestos de trabajo correspondía a aumentos en la productividad. Las empresas argumentaban que generaban más valor gracias a sus trabajadores, todo el país se hacía más rico, lo que impulsaba una mayor actividad económica y creaba aún más puestos de trabajo.
Pero a partir del año 2000, estos dos rubros empiezan a divergir; la productividad sigue creciendo con fuerza, pero el empleo decrece de repente. Para el año 2010 ya existe una diferencia significativa entre ambos, se observa un crecimiento económico sin que haya un aumento paralelo en la creación de puestos de trabajo. Brynjolfsson y McAfee lo denominan el «gran divorcio».
Continuará…
Por José Luis Mora Castro