Las compras en línea pueden ser el inicio de una cadena de riesgos potenciales al exponer datos personales susceptibles de ser aprovechados por la ciberdelincuencia.
Cada vez más el comercio electrónico es la vía para que los consumidores realicen sus compras sin necesidad de acudir a los establecimientos, con todas las ventajas prácticas y de comodidad que esto supone.
De hecho, se estima que las ventas online aumentarán 15% para 2016 respecto de lo que se registró en 2012, lo cual representa un aumento promedio de 44% del gasto realizado.
Sin embargo, la compra en línea trae consigo riesgos propios de su funcionalidad, ya que el proceso implica proporcionar datos personales e incluso números de cuenta y modelos de consumo.
En cada transacción se dejan huellas personales que puede ser muy valiosas para la delincuencia cibernética.
De cualquier manera, la compra en sitio tampoco está exenta de riesgos. Al hacer uso de nuestras tarjetas de crédito, damos lugar a la posibilidad de que los atacantes irrumpan en los procesos o en las bases de datos.
Ante estas eventualidades, cualquier medida de seguridad y control se justifica, incluso como una práctica permanente y cotidiana para salvaguardar la integridad de nuestros datos personales.
Por otra parte, esperaríamos esfuerzos resueltos y crecientes de las organizaciones con quienes consumimos u operamos, para proteger los intereses de sus consumidores y de ellos mismos.
