Los drones fabricados por la empresa Aeroarms están dotados del brazos para realizar labores de mantenimiento industrial en áreas inaccesibles.
Estos aparatos son capaces de hacer un montaje en un sitio inaccesible, instalar un sensor o una antena o medir la corrosión de una tubería a muchos metros de altura, explica Aníbal Ollero, director del grupo de Robótica, Visión y Control de la Universidad de Sevilla.
El uso de estas aeronaves podría reducir el número de accidentes laborales de los trabajadores que realizan labores de inspección de alto riesgo.
‘El objetivo es que los drones puedan ingresar a los lugares a los que actualmente acceden trabajadores descolgándose con cuerdas o en andamios. Con estos sistemas se eliminarían las caídas por trabajos en alturas’, afirma Ollero.
Actualmente, el equipo europeo que trabaja en Aeroarms está formado por aproximadamente 40 personas de Alemania, Francia, Italia, Suiza y España.
Durante el proyecto, que terminará en 2019 y que está dotado con un presupuesto de más de 5.7 millones de euros, los investigadores han trabajado con docenas de prototipos.
Ollero prevé que uno de estos drones se industrialice cuando acabe el proyecto en mayo del año siguiente. ‘Podría costar pocas decenas de miles de euros’, sostiene.
Las aeronaves están pensadas para operar de forma autónoma. Aunque, según explica Ollero, el operador puede intervenir en caso de que se produzca un accidente o cuando lo considere necesario. ‘Por ejemplo, si se está inspeccionando una tubería, se puede cambiar manualmente la trayectoria del carrito y el dron se adapta automáticamente para seguir’.
Ollero considera que actualmente los drones tienen dos limitaciones. Por una parte, la energía: pueden volar 15 o 30 minutos y eso a veces no es suficiente. Por otro lado, la interacción con las personas: no pueden estar volando alrededor de ellas ni chocarse y generar chispas, sino que tienen que sustituirse por otros métodos para poder volar.