La organización Access Now informó que algunos gobiernos realizaron bloqueos de Internet casi 200 veces en 2018, ante las protestas públicas.
Las últimas protestas callejeras en Hong Kong, Bolivia o Cataluña tienen en común que han pasado de las pantallas de los móviles a las calles en pocos minutos. Aunque también han cambiado las formas para frenarlas.
En ocasiones, la censura gubernamental llega a través de un apagón, un bloqueo de la red.
En 2018 (último año del que se tienen datos) hubo 196 apagones en 25 países, muchos más que los dos años anteriores con 75 bloqueos en 2016 y 106 cortes en 2017.
El gobierno de India encabeza la lista de países con más apagones, según el informe de Access Now, una organización que defiende los derechos en Internet.
Las justificaciones oficiales de los apagones de Internet por parte de los gobiernos en 2018, son: la seguridad pública en 91 apagones, la inestabilidad política en 53, el descontrol de las propuestas en 45 cortes de Internet, la seguridad nacional y la violencia común en 40 cortes, y las fake news o discursos de odio en 33 apagones.
Las regiones más afectadas fueron África y Asia. Islandia es el país más protector de la libertad en Internet en todo el mundo y China es por cuarto año consecutivo el Estado que más control ejerce en Internet, según el informe de Access Now.
El gobierno de Etiopía también practica cortes en la red para manejar situaciones de seguridad. Durante el verano de 2018 hubo violentos enfrentamientos entre militares etíopes y separatistas que produjeron el incendio de una iglesia ortodoxa y el cierre de comercios y hoteles. Hubo un llamamiento popular por redes sociales y el gobierno cortó la comunicación.
La excusa para estos cortes suele ser garantizar la seguridad de los ciudadanos cuando un conflicto se vuelve violento y las fuerzas de seguridad de un determinado país no pueden controlar la situación, señala Alexandre López-Burrull, profesor de estudios de ciencias de la información y comunicación de la Universidad Oberta de Catalunya.
‘Cuando se prohíben determinadas protestas y se lleva a cabo el cierre total o parcial de las redes, se limitan los derechos civiles de los ciudadanos’, asegura López-Burrull.
Y no solo Twitter o Facebook están siguiendo un gran poder de convocatoria. Aplicaciones como WhatsApp o Telegram también han facilitado la organización de muchos movimientos, ya que las plataformas en Internet ofrecen una nueva forma de participación del ciudadano.
Es el llamado activismo de clic. ‘Es una vía de transición gradual del ciberactivismo haciendo tecnopolítica, es decir, el uso táctico de las redes digitales para la organización y la acción política colectiva’, firma Antonio Calleja, sociólogo experto en tecnología política de la Universidad Oberta de Catalunya.
Las reacciones a la condena de los políticos del Goberno de Cataluña es el gran ejemplo actual en Europa de movilizaciones a través del móvil, aunque en este caso las autoridades no bloquearon Internet.
Algunos grupos como Tsunami Democratic organizaron manifestaciones, ocuparon el aeropuerto del Prat de Barcelona y llevaron a cabo cortes de carreteras tras conocerse la sentencia. Los manifestantes acudían a los emplazamientos señalados por la agrupación en las redes sociales.
‘Las ventajas de estos medios son el bajo costo y el acceso a una gran cantidad de gente, que por otros medios sería imposible. La desventaja es la visibilidad de la estrategia de los convocantes’, concluye Gómez.