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Pide OCDE frenar uso excesivo de pantallas en jóvenes

Más del 40% de los jóvenes en algunos países pasan más de 60 horas semanales frente a pantallas, superando por mucho los límites recomendados

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) advierte que es urgente tomar medidas preventivas ante los efectos negativos que puede tener el uso excesivo de pantallas en adolescentes, especialmente considerando que los dispositivos digitales ya forman parte de su vida cotidiana.

En un informe, la OCDE reconoce que estos dispositivos pueden ser útiles para el aprendizaje, la creatividad y la interacción social. Sin embargo, también representan riesgos importantes para la salud física y emocional de los menores.

Las cifras son claras: el 95% de los adolescentes de 15 años en países miembros de la organización cuentan con un celular con acceso a internet. En el caso de los niños de 10 años, la cifra alcanza el 70%. Además, cerca del 50% de los jóvenes de 15 años pasan al menos 30 horas semanales frente a pantallas, y en países como Letonia, hasta un 43% supera las 60 horas.

El tiempo frente a pantallas aumenta con la edad, pero también ha crecido de forma general en los últimos años. Uno de los principales problemas es que muchos niños y adolescentes no tienen las herramientas necesarias para navegar este entorno digital con seguridad, ni son conscientes de los riesgos detrás de ciertos contenidos.

El estudio señala que en la mayoría de los casos se supera con creces el límite recomendado de dos horas diarias frente a pantallas, como sugieren las autoridades sanitarias en países como Alemania, Australia o Estados Unidos. Según los datos, los estudiantes de 15 años dedican en promedio dos horas diarias al uso de pantallas en la escuela, una hora y media adicional fuera del aula con fines académicos, y 3.7 horas para actividades de ocio, que suben a 3.9 los fines de semana.

El bienestar de los adolescentes en el entorno digital depende en gran medida de las actividades que realizan, su comportamiento y las relaciones que establecen. Estos factores, a su vez, están influenciados por su entorno familiar, social y escolar, así como por el acompañamiento de personas adultas de confianza.

Por ejemplo, los adolescentes que provienen de hogares con mayores recursos económicos tienden a utilizar las herramientas digitales con fines educativos, mientras que quienes viven en contextos con menos recursos enfrentan más barreras para ese tipo de uso.

En cuanto a las propuestas de prohibir el uso de pantallas o restringir el acceso a redes sociales, como se ha planteado recientemente en Australia, la OCDE considera que estas medidas no son efectivas ni adecuadas. Argumenta que la digitalización ya forma parte de la vida desde edades tempranas y que revertir esta realidad es complicado.

Además, los menores necesitan desarrollar habilidades digitales que serán esenciales en su vida personal y laboral. También señala que la protección en línea debe pasar por el acompañamiento de los adultos cercanos, no por restricciones absolutas que no responden ni a las necesidades ni a las demandas de los adolescentes.

La OCDE destaca que, en la mayoría de los casos, el uso de dispositivos digitales tiene un efecto positivo o neutro en la salud y el bienestar de los adolescentes. Sin embargo, existe una minoría vulnerable que presenta un uso problemático.

Este tipo de uso se manifiesta cuando los jóvenes no pueden controlar el tiempo que pasan conectados, se sienten forzados a continuar y esto interfiere con sus actividades cotidianas o afecta su bienestar. En casos extremos, puede derivar en conductas similares a una adicción, con riesgos como depresión, ansiedad, insomnio, baja autoestima, problemas escolares y trastornos alimenticios. Estos efectos son más comunes entre las adolescentes que entre los adolescentes.