Los partidos políticos en México están utilizando bots (cuentas automáticas) y trolls (humanos que manejan cuentas falsas) con una intensidad nunca antes vista, en el curso de las campañas electorales con miras a las elecciones del próximo 1 de julio.
Aunque los partidos políticos no reconocen recurrir a estas prácticas que intoxican el debate político, los análisis de datos muestran otra realidad.
Ya sea con la creación de portales de noticias falsas, el pago de influencers, la suplantación de identidad en la red y el acoso a usuarios, estas son prácticas frecuentes en los partidos, según jóvenes que trabajaron como trolls, analistas y empresarios de marketing político.
El partido Morena no reconoce utilizar bots, pero es difícil controlar esta práctica. Como ejemplo, el periodista mexicano Alberto Escorcia detectó que Monreal, el aliado de López Obrador que se unió a su campaña en febrero, tenía bots que lo apoyaban desde antes.
‘Al menos una de cada seis menciones en Twitter, en lo que llevamos de marzo, provienen de cuentas automáticas. Es escandaloso. Ni siquiera el PRI tiene un uso de bots tan evidente’, asegura a el País el periodista.
Según la consultora de redes Metrics, en México, más de un 18% del contenido en Twitter en el país fue generado en las últimas semanas por bots e influencers.
‘Los influencers ponen el tema, los bots lo engordan y la opinión pública lo compra’, resume el director de la firma Javier Murillo.
‘La gente aquí lo ve como algo normal, porque en toda su vida no han visto un Twitter limpio’, dice Andrea Noel, periodista del medio estadounidense The Daily Beast, que ha investigado la falsificación en las redes sociales.
Según Freedom House, las campañas de manipulación y desinformación en México son un fenómeno recurrente desde 2012, y el uso de bots para ‘manipular los debates está documentado en varios estudios’.
El uso político de ‘cibertropas’ es un fenómeno global que ha documentado la Universidad de Oxford en al menos 28 países distintos, entre ellos democracias como Reino Unido y Estados Unidos y regímenes autoritarios como Rusia, Venezuela o Turquía.
Incluso antes de que aparecieran Twitter y Facebook, en países como Rusia o China pagaban a blogueros para publicar contenido provocador.