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Rezagado, el desarrollo de software en México

La creación de nuevas carreras tecnológicas a finales de los años 80, impulsó el desarrollo de software a nivel mundial, siendo las universidades las catalizadoras de su difusión.

En México, el desarrollo de software se aprecia en aplicaciones que van desde temas científicos hasta desarrollos de redes sociales, por parte de jóvenes entre 18 y 35 años de edad, 90% de ellos con una educación enfocada en carreras de ingeniería en sistemas y 10% autodidactas. Los avances que se han logrado en ámbitos vanguardistas como la robótica, las telecomunicaciones y la inteligencia artificial han puesto a los desarrolladores mexicanos en un plano internacional. De hecho, el algoritmo de Google fue creado por un mexicano.

Si bien es cierto que existe el desarrollo de software en México, éste es escaso, pues casi no se crean patentes, y cuando éstas se dan, no logran ser reconocidas, pues sus creadores no concluyen el proceso necesario, no lo documentan ni realizan los trámites correspondientes ante el IMPI (Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial).

Los programadores mexicanos se ven obligados a competir con grandes compañías extranjeras que ofrecen mayores beneficios y a menores costos. A pesar de ello, el mercado se ha ampliado y los jóvenes se interesan en hacer software, en llevar esos procesos de documentación y registro para no quedarse en el limbo. Sin embargo, no se ha logrado un grupo local realmente representativo.

‘La tendencia es formar una industria de software mexicano impulsada por los desarrolladores, universidades, empresarios e iniciativas del gobierno que inviten a otros países a que generen y maquilen sus programas en México, una industria que nos haga competir con India o Estados Unidos, afirma Arturo Campos Fentanes, Director General de Sisoft de México.

‘En la próxima década veremos surgir muchas cosas buenas en México porque romperemos con esos paradigmas que tenemos los latinos de no trabajar, de no terminar lo que empezamos, de no mirar el negocio, de no seguir un proceso de calidad. Se trata de esos pequeños detalles que nos perjudican como sociedad. Y, como dice Tom Peters: innovar es acerca de romper las reglas, muchas veces nuestras propias reglas.’