Quienes tenemos como misión acudir al mercado en el mejor momento, en el mejor lugar, con el mejor producto, con el mejor precio, etc., hemos intentado todo ante un supuesto consumidor que no conocemos, ni sabemos qué quiere, cuándo lo necesita, etc. Nuestros resfuerzos se han fincado en el olfato, hipótesis, muestras e inferencias, y ¡a veces le atinamos!
El consumidor cada vez más está presente en las redes sociales, si no que lo digan los 1,000 millones de personas en todo el mundo, de los cuales 200 millones twittean un promedio de 400 millones de tweets.
En las plataformas sociales cada vez más interactuamos y mostramos lo que somos, lo que queremos y en general dejamos ver cómo nos sentimos y nos comportamos. Es más, comentamos lo que nos gusta y aquello que nos disgusta; lo que necesitamos y lo que evitamos.
Pues bien, ahora quienes estamos a cargo de esfuerzos mercadotécnicos, tenemos herramientas para saber lo que ocurre y lo que se dice en el mercado, con el fin de dar sustento y sentido a nuestros esfuerzos con más racionalidad, objetividad y oportunidad. Y sobretodo, con más eficacia, es decir, con menos desperdicio.
El reto es discernir e identificar las señales más relevantes, aquéllas que son significativas para la marca, frente a una gran cantidad de ruido que se generan en las redes, con el fin de centrar la atención en nuestro consumidor. Las soluciones ya están dadas.
El Social Listening genera beneficios para distintas áreas de las organizaciones, tales como atención al cliente, mercadotecnia, relaciones públicas, producto, ventas, servicio al cliente, etc., lo cual le da un alcance corporativo.
Por todo esto, cada vez más encontramos en la estructura de organización de las empresas, unidades dedicadas y especializadas en escuchar, interactuar y en general conocer la dinámica de los mercados con una visión estratégica, táctica y operativa.