Por Luis Olmedo de Cáceres, Socio Strategic Value Américas NTT DATA Europe & LATAM.
La pandemia y la incursión de las fintech provocaron un incremento sin precedentes de la inclusión financiera en Latinoamérica.
El Banco Mundial, en su informe Global Findex, detectó que en apenas una década el porcentaje de personas bancarizadas en las economías en desarrollo pasó del 42% al 71%. Una cifra que nos permite dos perspectivas: por un lado, celebrar que el avance ha sido notable; por el otro, entender que aún tenemos un desafío real por delante.
La innovación marca el camino para cubrir los segmentos desatendidos que quedan de la población latinoamericana. Las primeras en comprender esto fueron las fintech, que por su propia naturaleza de haber nacido con visión estratégica vinculada a la tecnología, lograron llegar rápidamente con soluciones oportunas y precios adecuados a un público mucho más amplio.
Mejor cobertura, menos costo de captación
En la actualidad este fenómeno abarca también a las entidades tradicionales. Antes, la única manera de acercar los servicios financieros a la población era a través de la apertura de una sucursal bancaria.
Eso hacía que las zonas rurales, con poblaciones vulnerables o de difícil acceso, quedaran fuera del radar de las instituciones: implicaba una inversión y un esfuerzo que no se justificaban por la rentabilidad potencial que podía tener esa oficina.
Hoy, la conectividad y la transformación digital permiten incrementar la cobertura prácticamente sin límites, con un costo de atracción de clientes tendiente a cero, ya que la captación se realiza desde el punto digital.
De hecho, podemos considerar a las empresas de telecomunicaciones como una de las principales aceleradoras de la inclusión financiera, pues siempre que una persona tenga un smartphone en su mano, ya está habilitada para operar con servicios financieros a través de internet.
Enfoques hacia la digitalización
En su aproximación hacia la banca digital para impulsar la inclusión financiera, los bancos tradicionales eligen diferentes enfoques. Uno consiste en digitalizar el modelo tradicional: lanzar una app que le permita llevar sus propuestas a un canal virtual.
En otros casos, se opta por crear un neobanco, una marca paralela apoyada en las nuevas tecnologías. Esta decisión se ve muy frecuentemente en bancos que cuentan con sistemas legados que obstaculizan una rápida modernización.
No existe una receta mágica: cada entidad debe buscar su propio balance para hacerlo en la menor cantidad de tiempo posible -el tiempo es una variable muy poderosa en estos momentos, ya que llegar tarde con su oferta digital puede ser muy costoso para el futuro de un banco- y con los riesgos controlados. Por eso, el acompañamiento de un socio tecnológico con experiencia y conocimiento del mercado puede resultar esencial para alcanzar ese propósito.
En el camino, se produjo un cambio cultural clave para que los bancos tradicionales pudieran acelerar su transición hacia la digitalización: la construcción de ecosistemas con las fintech. Ignoradas en un principio por las incumbentes y luego consideradas potenciales competidoras, a medida que las fintech ganaron en escala, propuesta y volumen de negocios, muchos bancos comenzaron a considerarlas como aliadas estratégicas. Hoy es común que una entidad tradicional contrate a una fintech servicios específicos bajo el formato de “marca blanca”.
La importancia de la educación financiera
La capacidad de acercar los servicios financieros allí donde se encuentra la gente es apenas uno de los desafíos que tiene la inclusión financiera.
El otro es el de la educación financiera: no se trata solo de hacer un pago electrónico o de contar con una cuenta bancaria, sino de entender conceptos como ahorro, inversión o seguridad en las transacciones.
Este es otro gran desafío para las entidades financieras, tradicionales y fintech: incrementar el número de usuarios y, en simultáneo, que cada uno de sus clientes utilice los productos y servicios de la mejor manera posible.
Uno de los motores de desarrollo de Latinoamérica es la inclusión financiera. Y la transformación digital es nada más y nada menos que la llave que lo pone en marcha.