Durante la primera semana de abril, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, impulsó una serie de medidas arancelarias que colocaron a la economía global al borde de una disrupción significativa.
El 2 de abril, en un acto celebrado en la Casa Blanca, anunció incrementos generalizados de tarifas, incluyendo un arancel del 125 % a las importaciones desde China, además de tarifas del 25 % sobre productos provenientes de aliados comerciales clave como Canadá, México, Japón, Corea del Sur y la Unión Europea.
En el mismo anuncio, se comunicaron tarifas adicionales del 32 % para Tailandia, 49 % para Camboya y 26 % para India, entre otros.
Estas medidas representaban el mayor aumento tributario en Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, generando una reacción inmediata en los mercados financieros.
Las principales bolsas sufrieron caídas abruptas, reflejando la preocupación de los inversionistas por las implicaciones de largo plazo en el comercio internacional y la estabilidad macroeconómica.
El impacto inmediato en empresas y mercados globales
La respuesta del sector privado fue rápida. Empresas con operaciones transfronterizas comenzaron a reevaluar sus planes de producción y abastecimiento. Stellantis suspendió operaciones en plantas de México y Canadá, mientras que Tata Steel anunció un recorte del 20 % de su plantilla en los Países Bajos.
En Estados Unidos, compañías como Harley-Davidson y productores lácteos advirtieron sobre los efectos adversos de los aranceles y de las posibles represalias comerciales, particularmente desde la Unión Europea. Negocios medianos enfrentaron alzas de costos en insumos clave, como café de Asia y maquinaria italiana, lo que amenazó la rentabilidad en sectores sensibles.
En paralelo, los mercados financieros experimentaron su mayor pérdida diaria desde la pandemia de 2020. La volatilidad se intensificó cuando surgieron informes no confirmados sobre una posible suspensión temporal de los aranceles, lo que llevó a una breve recuperación bursátil antes de que fueran desmentidos por el propio presidente.
Repliegue estratégico y reversión parcial de los aranceles
El 9 de abril, Trump sorprendió al revertir gran parte de los aranceles anunciados apenas siete días antes, comunicando la decisión a través de su red social. La medida fue presentada por su equipo como parte de una estrategia flexible de negociación comercial, aunque las propias declaraciones del presidente, quien reconoció estar monitoreando el comportamiento del mercado de bonos, pusieron en entredicho la lógica estratégica detrás del giro.
La decisión generó un repunte inmediato en los mercados, aunque también expuso la falta de coordinación dentro del gobierno. En una audiencia en el Congreso, el principal representante comercial de la administración, Jamieson Greer, fue cuestionado sobre la contradicción entre sus declaraciones y la postura presidencial. Las críticas desde el poder legislativo, incluso por parte del Partido Republicano, reflejaron una creciente preocupación por la falta de previsibilidad en la política comercial.
Persiste la incertidumbre en medio de negociaciones sin resultados
Más allá del impacto inmediato, el episodio dejó daños reputacionales a largo plazo. La ausencia de acuerdos comerciales concretos y la volatilidad regulatoria minaron la confianza en el liderazgo económico estadounidense. Diversos sectores productivos que dependen de cadenas de suministro internacionales enfrentan ahora un entorno más incierto y vulnerable.
A pesar del repliegue parcial, los aranceles del 10 % que entraron en vigor el sábado anterior se mantienen vigentes sobre decenas de países. Mientras tanto, las tarifas contra Japón, Corea del Sur y la Unión Europea fueron suspendidas por un periodo de 90 días, en espera de negociaciones. Esta pausa no disipa los riesgos, ya que la posibilidad de un nuevo viraje unilateral continúa latente.
Implicaciones para el entorno corporativo global
Este episodio representa un caso paradigmático del riesgo geopolítico como variable crítica en la planificación estratégica. Las empresas con exposición internacional deberán fortalecer sus mecanismos de gestión de incertidumbre, diversificar sus redes de proveedores y reevaluar su posicionamiento en mercados sujetos a fluctuaciones políticas. El caso también subraya la importancia de los canales diplomáticos y regulatorios para anticipar escenarios disruptivos y proteger activos en un entorno cada vez más impredecible.