A nivel mundial y en todos los ámbitos, la identidad digital adquiere carta de naturalización ante las necesidades de autenticación en línea de la identidad de las personas, confrontada con los atributos almacenados y capturados electrónicamente, ya sea en datos biográficos o biométricos, además de dispositivos, como teléfonos móviles, que describen a las personas como un sujeto único en contextos específicos.
Finalmente, lo que pretende la identidad digital es proporcionar una mayor seguridad y confianza en los intercambios o transacciones entre las personas y sus proveedores de productos o servicios, incluyendo al gobierno.
Lo anterior, trae consigo una carga de beneficios para ambas partes en términos de facilidad, comodidad, accesibilidad, rentabilidad y calidad en la experiencia de uso.
La innovación tecnológica enriquece y potencia la identidad digital, al sumar capacidades de gran valor como la biometría, el aprendizaje automático o la inteligencia artificial, en un mundo cada vez más conectado que busca intensamente la seguridad, la comodidad y el ahorro, mediante los procesos en línea incorporados a la vida cotidiana.
En este contexto, el reconocimiento facial biométrico utiliza los mejores sistemas en su clase, alcanzando estándares de velocidad y precisión más allá de lo imaginable.
Ante este fenómeno y su alcance, en todo el mundo las entidades reguladoras están estableciendo restricciones y condiciones para su uso, definiendo límites y condiciones para la recopilación, almacenamiento y utilización de la información personal, incluida la biométrica, con el objetivo de proteger y salvaguardar la privacidad y la seguridad de las personas.
En este artículo ahondamos y profundizamos sobre este tema de gran trascendencia y mostramos un caso de uso de la identidad digital aplicada a los pasaportes para viajeros en el Aeropuerto de la Ciudad de México.