A pesar del considerable gasto en China, los fabricantes de chips de ese país siguen dependiendo de la tecnología estadounidense, mientras que su acceso a la tecnología de producción de chips extranjera se ve reducido.
En 2023, Estados Unidos impuso controles de exportación más estrictos sobre ciertos chips y equipos de fabricación de chips, con el objetivo de evitar que China desarrolle capacidades que Washington considera amenazas militares potenciales, como supercomputadoras e inteligencia artificial.
En octubre, estas normativas se endurecieron aún más, y se espera que los acuerdos alcanzados con Japón y los Países Bajos para seguir esta iniciativa entren en vigor en 2024.
Algunos de los principales actores tecnológicos de China, incluida Huawei Technologies, han sido incluidos en la llamada ‘lista de entidades’.
Los proveedores de tecnología de chips ahora deben obtener la aprobación del gobierno estadounidense para vender a estas empresas, lo que pretende limitar la capacidad de China para desarrollar chips de alta gama y crear aplicaciones de inteligencia artificial de vanguardia.
Sin embargo, Huawei anunció este año el teléfono Mate 60 Pro con un nuevo chip Kirin 9000s, fabricado por Semiconductor Manufacturing International, con sede en Shanghái, utilizando tecnología de 7 nanómetros, más avanzada de lo que permiten las normativas estadounidenses.
Ante esta situación, los políticos estadounidenses han decidido tomar medidas adicionales más allá de simplemente restringir a China.
La Ley de Chips y Ciencia de 2022 destinará alrededor de 50 mil millones de dólares de fondos federales para apoyar la producción estadounidense de semiconductores y fomentar la mano de obra cualificada que requiere la industria. Tres de los mayores fabricantes de chips, TSMC, Samsung e Intel, han anunciado planes para establecer nuevas plantas en Estados Unidos.
Europa también se ha sumado a la carrera por reducir la concentración de la producción en el este de Asia. Los países de la Unión Europea acordaron en noviembre un plan de 46,000 millones de dólares para impulsar su producción de semiconductores, con el objetivo de duplicar la producción en el bloque y alcanzar el 20% del mercado mundial para 2030.
Por otro lado, Japón ha asignado alrededor de 26,700 millones de dólares en fondos gubernamentales para revitalizar su sector de semiconductores y espera que el gasto total en este campo, incluido el apoyo al sector privado, alcance los 10 billones de yenes. Entre los objetivos del plan está triplicar las ventas de chips de producción nacional para 2030.