El mundo de big data, internet de todo, movilidad, analíticos, social business, etc., no tiene límites ni códigos; se desarrolla y multiplica con una dinámica propia en una especie de frenesí que busca permanentemente la mayor eficiencia, rentabilidad, comfort, seguridad y control.
Una empresa sueca ha iniciado un programa para implantar bajo la piel un microchip que permite el ingreso a instalaciones sin necesidad de llaves especiales, tarjetas o accesos electrónicos.
‘Físicamente es como recibir una vacuna, un dolor en la mano que termina rápidamente’, explica Hannes Sjoblad, quien es un especialista en perforación e implantación de microchips bajo la piel.
Cerca del 20% de los empleados de Epicentro Coworking en Estocolmo han optado por el programa. Incluso, comenta Sjoblad, que empresas de seguridad, operadores de oficinas, empresas inmobiliarias y también organizaciones militares quieren ver como funciona esta tecnología.
Desde luego, los beneficios que aporta el internet de las cosas y en particular los múltiples dispositivos y sensores, son muy valiosos tanto para las empresas como para las personas, ya se trate de mejorar los procesos y movimientos, modelos logísticos, capacitación y entrenamientos remotos, rastreo de mercadería, visores remotos e incluso gorras para conductores de camiones con sensores para alertar estados de microsueño, etc.
No obstante, entre lo valioso de aumentar la eficiencia y la rentabilidad basadas en datos, y el respeto a la privacidad de las personas, existe una frontera tan frágil como importante.
El uso de estas tecnologías puede provocar que se lleve el ambiente de trabajo y el control de los empleados a un estado intrusivo y opresivo que dañe la moral y el respeto de las personas, lo cual finalmente puede disminuir e incluso revertir los beneficios potenciales para las organizaciones.
Con información de Bloomberg